miércoles, 27 de septiembre de 2017

L'ou de la serp (XVI). El deporte del poder

Los sintagmas políticos en Cataluña no pueden escapar a la intoxicación sistemática del unidimensional universo nacionalista, haciendo de su amplio campo semántico un espacio idóneo para desoladas hermenéuticas y retorcimientos sociales. Pueblo caprichoso; es conocido que el FCB se sumó al delirio de la sangre, su cielo y su tierra, ofreciendo así a hombres coquetos como yo, que no dejan de relamerse, la posibilidad de hacer ostensible y fáctica una gran decadente idea política: el carácter deportivo de la política y su correlato, el deporte del poder. No es extraño que las nobles gentes catalanas permanecieran impertérritas ante el anuncio de adhesión a la causa del equipo de fútbol, sin una sola gota de asombro o de sorpresa que pudiera ruborizarlos y enrojecer sus arias caras de vergüenza; el único e insoslayable sentimiento legítimo que se puede tener estos últimos días de polarizada abyección. Días de ira, sí, pero de iracundia deportiva, porque todo, y lo repito despacito t-o-d-o, lo que aquí sucede sólo puede leerse en los términos antagónicos y competitivos del deporte, la gran herencia, y esta vez sí, totalitaria (porque he leído demasiadas veces la palabra en vano, usada como herramienta pedagógica: una especie de educativo correctivo moral e ideológico...) de nuestro espacio común despolitizado. Nadie puede pasar por alto que los dos grandes instrumentos de tecnificación y masificación para comunicar el enorme mensaje sinistro del totalitarismo, el gran medio de su propaganda, fueron los estruendosos acontecimientos deportivos y el esperpento del cinematógrafo. Se sabe de antiguo que el medio es el mensaje, y por extensión, a la catalana, que el medio sustentado en el atroz vacío narcisista de la redundancia autoafirmativa del nacionalismo es represivo por si mismo; pura formalidad y virtualidad absolutizadas sin objeto alguno (más que la frenética voluntad de contienda sin causa) cuya supresión de contenido impone como correlato una represión exterior. Del mismo modo, su propaganda excede la inocua apariencia de neutralidad informativa, y la supuesta capacidad de inocular la inocencia e irresponsabilidad a sus objetos, pervirtiendo lo que transporta y adulterando su difusión. Así la forma nacional-deportiva convierte la política en mera cáscara hueca, vacía de objetos y contenidos políticos relevantes y veraces, dejando todo discurso en el andamiaje del mero ruido gutural, el grito exhibicionista, la fisiología exaltada y la agresiva expresión competitiva. Uniendo inexorablemente el Nacionalismo y el Deporte (definido en contraposición al juego, el mero jugar sin vencedores ni vencidos), en una mutua correspondencia apologética de retroalimentación, codeterminación, consolidación de la nada, y destrucción de lo político.

Circula la especie de que la "fractura social" real es honda y casi irreparable: familias rotas o diezmadas, las gentes flageladas, la agonía del amor de las parejas, la ruptura con amigos, el silencio de compañeros y conocidos, bla, bla, bla...  y yo me pregunto ¿no será eso la exultante autorealización y autocumplimiento de los pueblos, las naciones, los equipos deportivos, el momento de suprema plenitud colectiva para la comunidad que los integra? ¿ no entenderán esos mendrugos el conflicto político, al suprimirlo, como un antagonismo competitivo donde ya no cabe la razón, la distancia (equidistancia), la fe en la palabra, el discurso, sino sólo el consolidado deseo de ganar, la gloria y grandeza del vencedor frente a la humillación y desolación del vencido, el crudo barro del fracasado? ¿No serán el nacionalismo y el deporte una manifestación estructural del pasado fascista, un síntoma de un mismo fenómeno de arcaica y tenebrosa irracionalidad que se revela en el mero amor a la Victoria como fin en sí mismo, un fatal error antropológico abocado al fracaso?  Al hombre le gusta ganar, siente el goce de la dominación como una pasión dulce e insaciable, y la mera existencia del deporte competitivo y el nacionalismo antagonista (oxímoron) ¿no serán el mayor instrumento de maximización y desbordamiento del poder, el mejor modo de satisfacer la más primitiva pulsión de dominación? ¡ Y ese afán de ganar y ganar, el intenso placer de aplastar al derrotado! el simple deporte del poder.   











  

domingo, 24 de septiembre de 2017

L'ou de la serp (XV); la micción

Nunca se termina de conocer a los hombres que un día nos rodearon y pensábamos terminados; ni sus necesidades explicativas, ni sus ansias de comunicación, ni sus infinitas posibilidades de sugestión, pueden agotarse. Eso podría suponer algo admirable e interesante en el terreno político si esos hombres consumidos por la carcoma moral del nacionalismo fueran capaces de distanciarse de la formalidad y virtualidad de la dominación erosionadora y el dulce acatamiento del mandato oculto de su tiempo, y sin perder la razón, construir un autónomo y autosuficiente lenguaje desde donde volcar discursivamente, al modo pausado, profundo, cálido y riguroso de las cosas serias, la singularidad de la propia vida. Vinculándose con el Mundo en su carácter puramente objetual (desligado de la monopolización despótica del solipcismo hipersubjetivista que lo asola y amordaza) como obra absoluta exterior e independiente del sujeto, esa óntica red de relaciones de contraposición y reconocimiento, penetrando hasta el corazón insoluble de lo humano.

En los últimos días, ese cauce de secreción y micción que llaman redes sociales (¡vaya audacia! cuando estas redes son el mayor instrumento ideológico de atomización política y desocialización de los individuos egoístas o sujetos de rendimiento económico) me ha deparado sorpresas de valor incalculable sobre la precariedad y frivolidad política de mi generación. Cuando estudié filosofía en la Universidad de Barcelona -prefiero no hablar de ello-, y como sucede en todos los centros institucionales de administración del saber doctrinal y dosificación del conocimiento reproducido, conocí algunas personalidades entre el alumnado que destacaban ya sea por su talento e inteligencia especulativa, ya sea por sus infinitos deseos de perfeccionar sus capacidades como arribistas, trepas, funcionarios congénitos, burócratas, mediocres funcionales, que conocen perfectamente, y no tienen rubor alguno en ejecutar brutalmente, las frívolas reglas de ascenso social y las vacuas normas de ostentación académica: grosera exhibición de la distinción competitiva de clase camparativo-emulativa. De esas gentes, aún siendo catalanistas, por pura inercia lógico conceptual, esperaba (realmente ya no espero nada de nadie), mejor, era de esperar, un posicionamiento crítico, negativo, que supusiera una resistencia estética, una subversión ética y una demolición intelectual de los rudimentarios mecanismos del nacionalismo y sus alienadoras representaciones mediáticas, civiles e institucionales. Lejos de eso, dos de los más valorados estudiantes de mi promoción, han reproducido estos días de boba ebullición la totalidad de ficciones, montajes, payasadas, sobreactuaciones, y enajenaciones de la propaganda más fatua. Sus manifestaciones en redes sociales estaban sistemáticamente sometidas al tiránico lenguaje étnico, reduccionista y maniqueo del nacionalismo: " fuerzas de ocupación", "fascistas", "botifler (traidor)", "movilización espontánea", "legalidad catalana", "defender nuestras instituciones", "democracia catalana", "pueblo pacífico y tranquilo" etc. La aceptación y reproducción insensata de su semántica no sólo implica asumir el sustrato étnico y clasista del movimiento, sino favorecer la  consolidación e impenetrabilidad de su negligente praxis: los juegos de suma cero, donde unos lo ganan todo y otros lo pierden todo, condenando a la política a su fatalidad. La obediencia al imperativo de comprometerse con la "democracia" del pueblo catalán y defenderla ante la supuesta agresión "exterior" les lleva a la autoafirmación redundante e histérica de su narcisismo, la causa del gran fracaso histórico del catalanismo político, y por lo tanto, la justificación del nacionalismo incivil. En esa trampa han caído los hombres más inteligentes de mi generación que sin la voluntad racialista de la causa que defienden, se ven motorizando sus funciones de exclusión y retroalimentando la situación de mutua provocación, hostigamiento y exuberancia de fuerza pública que tanto los constitucionalistas con el ridículo despliegue policial intimidatorio como los soberanistas con sus movilizaciones programadas (sólo un ingenuo puede creer en su espontaneidad) de patética heroicidad y ofrecimiento sacrificial ejercen en el espacio público con total desvergüenza. Aquellos que han renunciado a la que por formación es su natural tarea de distanciamiento, desprestigio y desacreditación, la voluntad crítica y la resistencia negativa, han sido absorbidos por la excesiva positividad tumultuoria: autoafirmaciones y autocomplacencias de la masificación social, en la que todos son cuerpo amorfo, un cualquiera sustituible y prescindible por una indigna causa general; donde lo cualitativo queda difuminado e integrado en un magma de indiferencia e indeterminación cuantitativo. Asistimos al desplome y desmantelamiento más impune, gratuito y sorprendente de la inteligencia; a la más viva lección de decepción y desencanto político: no somos tantos, no hay tanta gente ahí fuera con la que poder hablar y conectarse con el mundo. Estos antiguos colegas, conocidos, compañeros, serán con toda seguridad, el futuro y glorioso mandarinato cultural de Catalunya, los "promotores" (nunca mejor dicho) del futuro canon intelectual nacional-teológico. Una etapa más en la más larga e infamante historia de la integración y la asimilación política unidimensional.     

   

   

domingo, 17 de septiembre de 2017

L'ou de la serp (XIV) El andrajoso espantapájaros

(Tras las vacaciones -eufemísticamente hablando-, escribo. Vuelvo a escribir en la supuesta época decisiva de los hombres milenarios, habitantes de una sola tierra y un solo desolado cielo iluminado por las gotas de la aurora irredenta de la identidad; lo siempre igual.)

Días de entero blanco absoluto han precedido mi silencio étnico; algo inevitable y necesario para la limpieza de mis tuberías emocionales, mis cimientos personales. Eso, ya me gustaría, no ha evitado el monomaníaco proceder desquiciante del nacionalismo y su reguero febril de ignominia. De todos los nacionalismos. Se disfracen o no con los acadabrantes ropajes constitucionales de un atroz patriotismo nacional-católico belicista cuya irresponsabilidad represiva convierte la ley, o sea, la violencia constrictiva del orden, en un instrumento ideológico de pedagogía moral; algo que excede de modo degradante el latente hostigamiento, chantaje y amenaza constante que el ya zozobrante y fatigoso Derecho  (estructuralmente constituido por las relaciones escatológicas de intercambio que fagocitando explosionan la moral y la culpa: relaciones administrativas, conmutativas, conmensurables, equitativas, punitivo expiatorias y moral contables) impone sobre la conciencia y el cuerpo de los gentiles. Pero hoy venía aquí a desenredar un entuerto menor, sí, venía a advertir de algo oculto bajo una opaca y asfixiante neblina; se oye, ya con muy sobadas y escacharrantes palabras, que el independentismo no está hermanado con el nacionalismo, liberando así a la bestia racial de su leyenda negra, de su histriónico pasado de mesianismo redentor, y su mítica representación sombría y tenebrosa. Aunque, claro, aceptan que algún nacionalista residual (esa raza sustituida por la cultura y la lengua pero que mantiene las  mismas funciones de identidad étnica colectiva y excluyente), pero no el nacionalismo, habite, se alimente, parasite, orbite, incube, germine, crezca, entre las inocentes y neutrales filas de las entusiastas sonrisas separatistas, embrión entre embriones. Pero, aún siendo chuleantemente cierto tal andrajoso espantapájaros político, sucede lo mismo que con cualquier otra infección e intoxicación ficcional: la parte portadora del ébola moral contagia la enfermedad al todo unitario; una manzana podrida coloniza con su podredumbre liberada el dorado cesto de mimbre y reposo. Al igual que si en los escritos no ficcionales, memorialísticos o ensayísticos (recuerdo haberlo leído en Ferlosio), se añade un sólo gramo de ficción, muta el género indefectiblemente y fatalmente en novela, en opulentos aparatos ficcionales de sentido; así, los movimientos políticos emancipatorios y soberanistas si son tocados por la leprosa y tumefacta mano del nacionalismo (entre otras rumbosas malignidades teológicas rampantes y sonantes del crudo mundo) se degradan terriblemente en movimientos represivos de dominación, verdaderas obras de Idiotética sacrificial: la vieja construcción del necio o estulto cuya condición sacrificial o tributaria sirve para engrasar los mecanismos opresivos y consolidadores del Poder; carnaza alimenticia para el sádico. Si el espíritu del pueblo se cala en los huesos de este movimiento político (los atávicos demonios de Cataluña, y España), los huevos de la serpiente tarde o temprano se deshuevarán y liberaran sus fétidos vapores viperinos, esa sonrojante mezcla de nenúfares y pescado podrido.