domingo, 29 de noviembre de 2015

"Yo también leo a Kant"





Tras el espectáculo de las últimas semanas (la huella de los atentados en París se ha estirado como un chicle para hacer caja; si no gira la ruleta no hay dinero) en tertulias deportivas de política internacional, han jugado los periodistas, como payasos y bufones, a la falsa alarma de incendios, como la de los colegios y las empresas subvencionadas. Las ficticias "convulsiones" del miedo al terror que despiertan los aspavientos y retortijones de la comunicación, han configurado un simulacro de lo de Hobbes ( el miedo y el terror del estado natural), en virtud del cual nos pretenden hacer creer, que por el mar corren las liebres y por el monte las sardinas. Pero como todo producto de consumo de nuestro tiempo, la alarma y las ficciones de la actualidad, en las que se vive, han desaparecido con la misma facilidad con que se desvanece el humo del tabaco en pleno campo. Han sido desechadas en las arenas del olvido, esperando a que  una nueva tormenta cubra nuestra percepción. Esta segunda actualidad, más efímera y excepcional, denominada "momentos críticos" o de "crisis", tan rotunda como breve, ha dado paso, una vez rentabilizada la muerte, a la normalidad de nuestros tiempos hiperbólicos de cinismo y mentira. Ha dado paso, en definitiva, a la actualidad cotidiana de fines y resultados inmediatos, ser-en-sí, en que buceamos a pulmón en nuestros mares mediáticos. La actualidad aparece desvencijada y amarilla, como si la gripe se hubiera cebado con ella, pues nada hay que la reanime. Bueno, quizás sí. El eterno filósofo de Königsberg ha sido resucitado en un debate televisable para cultivar la actualidad, por los nuevos Faemino y Cansado de la partidocracia, que han sustituido aquello de - qué va, qué va, qué va, yo leo a Kierkegaard; por lo de Rivera  - Yo no he leído de Kant un título en concreto, pero me da igual. Debemos suponer que en general sí lo ha leído todo; como su socia de correrías, la letrilla Arrimadas (jamás un apellido fue tan exacto, preciso y riguroso, tan feliz para los hombres), que aseguró, en general, que Azaña es un político crucial que cambió nuestro tiempo y que invitaba a reflexionar nuestro presente, y por eso ella estaba leyendo un dossier de sus frases más conocidas, que su jefe de prensa le había preparado. Por el contrario, Pablo Iglesias II (Manolo y Benito, aquí), siempre con ese look de ocupa pijo, tan higiénico, demostró que la academia siempre es de fiar, pues no sólo recomendó la "Ética de la razón pura", un libro que de haber existido todos habríamos leído, sino que también recomendó un concepto, como las viejecitas que reparten caramelos a los niños tontitos y regorditos, según él, muy oportuno en estos tiempos: "la paz perpetua". Del que Pedro G. Cuartango en un prólogo de la edición de "Hacia la paz perpetua" (1795) para El Mundo, saca toda la costra, toda la raspa de pescado, y limpia el polvo de ese mueble conceptual (teleológico y teológico), y se queda con lo que tenga de liberal el bueno de Kant, sin haber entendido, evidentemente, nada: que es una continuación de lo que se dice en un final abierto y contradictorio (cálculo de bienes morales y un plan de todas las cosas) en la Pedagogía, 1803 (aunque cronológicamente el orden sea inverso). Pero Pablito, como buen alumno, se queda con lo esencial, dicho con esa seriedad de intelectual del metro de Vallecas, - me parece excelente que se citen autores como Kant. Pues eso es exactamente lo que él hace, citarlo, y citarlo mal. Algo que por otro lado es normal en los besugos que estudian ciencias políticas, y se educan en las ciencias abstrusas de la administración. Conozco alguno de carne y hueso, entre otros fantasmas como Monedero (billetero), que sólo conocen al mejor Marx, el de El Manifiesto Comunista; si aún no le han cambiado el nombre, claro. Igual que los periodistas, que al preguntarles por los textos periodísticos de Marx, los artículos de la Gaceta Renana o en The Tribune ( Revolución y contrarrevolución,1850)responden que Groucho no escribió nada de periodismo, que ellos no son jóvenes humoristas, sino avezados periodistas. ¡Qué difícil sería que todos dijeran aquello de Boyero!, tan orgulloso y sencillo, cuando le preguntan por un libro en la SER, - No lo he leído señora, gracias, pero tampoco creo que tengamos nada de que hablar.   

Entre los queridísimos intelectuales españoles, mandarines de cuarta que nada tienen que ver con figuras como Aron, Revel, o el propio Sartre, para poner un ejemplo francés que siempre queda mucho más chic aunque huelan igual, encontramos la exclusiva anomalía ibérica del intelectual ágrafo. Miembros ( y miembras) de la RAE que no han escrito jamás una línea, ni con sentido ni sin él, sólo renglones sueltos y desordenados en el rotativo del sistema: EL País, de narrativas BOE. Algunos como García de la Concha (un triste cura de provincias), fueron directores de la misma entidad sin conocer, como se conoce el cuerpo femenino, el tacto de la pluma y el húmedo olor de la tinta en el papel (como así nos cuenta Gregorio Morán en El cura y los mandarines). Nuestro bosque de las letras lo pueblan seres que de tan desconocidos y discretos, se les atribuyen leyendas de bestias míticas, fantásticas, tan oscuras y sombrías como la reputación del peor rufián, tan anónimas como su prosa invisible; una prosa exotérica ausente y silenciosa, y una posible prosa esotérica roída por la carcoma y los ratones. Esta figura del intelectual de sindicato, vertical, es hoy tanto como ayer, la figura del intelectual orgánico de partido. Bendita la Gracia que nos espera con la retórica plana y chata de los jurista de ADE como Rivera y el riverismo, entrenados en los debates universitarios, pueriles y adolescentes, que se expanden como una taza de café derramada en la mesa de trabajo. La misma que nos espera con la intelligentsia podemita que cuando oye la palabra cultura saca del bolsillo la chequera (como Gonzalón del 82 al 96) para comprar hasta el último gramo de esperanza y de pasión. Y comprarla sin saber muy bien de qué se les está hablando, qué se les vende, pues es fácil engañar a los maestrillos de las citas, de la cultura de zocos y titulares, de las lecturas generales de biblioteca y academia, a los que no entienden, como bien dice Hughes, que somos más los libros que no hemos abierto pero que hemos acariciado y comprado como fetiche para nuestros anaqueles, que los que hemos leído y de los que no estamos seguros de entender. La chapuza sobre Kant cobra un sentido categórico y se escinde de la mera anécdota, si recordamos que serán nuestros futuros gobernantes, cuya ignorancia encierra muchos peligros, pero sobre todo, revela que estamos en manos de gente que no lee ni piensa nada, y lo que es peor, no sienten ni vergüenza ni rubor, lo cual augura un mal presagio de lo que pueden hacer cuando lleguen al poder: continuar lo que se está haciendo; con la frustración que supondría el despertarse, de un golpe seco, del sueño de la esperanza y el entusiasmo del cambio 

 La ramplona y satisfecha arrogancia con la que algunos, Pablito, se enorgullecen de mirar series de televisión, muy modernas todas y muy mainstream (True Detective, Breaking Bad, Homeland, The Wire, Juego de Tronos, Los soprano; que uno también admira pero que no comulga), como si de sus momentos de mayor profundidad intelectual se tratara, demuestra la cruda realidad: que no hay cambio posible con copias cómicas de una historia de figuras trágicas, como fueron los intelectuales españoles de los años setenta y ochenta, dóciles y ociosos. No seré yo, ferlosiano militante, el que diga que tomar los pequeños y frágiles objetos de la industria cultural como objetos de una dialéctica política de amo/esclavo o señor/siervo, sea una tontería. Pero tomarlos, no desde la distancia teórica que se impone cuando el hombre piensa (su característica inactividad), sino como una causa o procesión práctica, como un instrumentos de resistencia política o herramientas emancipadoras in praxis, desplegando el vanidoso orgullo de lo cool, lo que está de moda en el pensamiento pop; me parece la mayor de las imbecilidades, cómo si se pudiera huir de la figura del espectador pasivo y de la producción del consumidor que genera la industria cultural publicitaria. Cuando se enorgullecen de sus tareas y sus labores, pienso en aquellas aristocráticas señoras, ridículas, del viejo Madrí de Serrano que Berlanga tan bien retrataba, y que sublimaban su minoría de edad leyendo novelas eróticas, - yo leo muchas novelas, dicen con seriedad clerical. Este mismo hecho, el de las series, que reivindica Pablito, entre otros, fue el que alteró de una manera productiva el lenguaje del chiquitito pero matón Losantos, en su estudio de radio casi clandestino. El redondo lechón y rosado Federico, al margen de sus etiquetas ideológicas y su "cómo" hacer la radio, que recuerda en ciertas ocasiones al locutor (y sus maneras fascistas) del que hablaba Adorno en sus ensayos críticos de la cultura y la sociedad; aúna la retórica cultista  y la expresión popular del español profundo. Un habla castellana castiza, jugosa, culta, con una capacidad portentosa para crear neologismos, poner motes, acuñar remoquetes y expresiones populares, prolija en refranes y frases hechas que se modifican según convenga. En este caso la víctima, nosotros diríamos que bien empleada, ha sido Pablito, que al blanquear su intelecto con las series y enorgullecerse de ello, desató la furia del locutor, -No cabe un gilipollas más en España, cualquier imbécil, el tío más tonto, el más lerdo, el más negado, el zote, el lelo, el pedazo leño, el más ganso y merluzo, el pedazo de atún; ha visto millones de series de televisión. Pontificando así lo que venimos diciendo: intelectuales y políticos de cartón piedra; que confunden la pasión con el deber, los medios y los fines, la cultura con la ilustración y la industria con la política; y que en breve tiempo confraternizarán con las viejas figuras, para gobernar como las marionetas de Benjamin, nuestro tiempo y nuestra historia. 























  

jueves, 19 de noviembre de 2015

¿La mejor pedagogía? una fábula de carneros





Naturalizar lo que es una anomalía humana, creadora, como la escritura, y cultivarla como un agricultor cultiva sus lechugas, o desplegarla como si de un instinto evolutivo se tratara, imponiendo los cauces artificiales del trabajo y el esfuerzo artesano, es lo que caracteriza a los grandes redactores con música de rotativo, a los grandes escritores, en este caso, escritor de periódicos que es Ignacio Ruiz-Quintano. Un orfebre de la palabra. La finalidad del narrador de folio corto es estrujar el estilo hasta crujir la palabra y golpear con la escritura el hocico del espíritu humano, produciendo el correspondiente efecto de estampida mental y alteridad del cuerpo, esa obligada retirada de la mirada de la hoja de papel y del orden del mundo. Retorcer al lector en inclemencias reflexivas sin dañar la estética con heridas abiertas a la confusión y la vanidad, o castigar con remolinos vertiginosos de oscuridad al huésped de nuestro nido textual. Eso es Quintano, pero otros...

En lo que fue la Vanguardia española, y ahora simplemente es, eso, enseres de un polvoriento mueble burgués rizado y acolchado, Rafael Jorba escribe, en vano, lo que sucede en la olla de grillos nacional. Adulteración histórica, critica todos los mitos de "buenos" unos y "malos" otros, eso sí, ocultando lo evidente, que toda ruptura con el orden constitucional es técnicamente un "estado de excepción" y una dictadura como medio para alcanzar un objetivo o fin normativo futuro; si ese medio se convierte en el fin, es tiranía, blanda o de colores. Banalización de la secesión (sedición), separarnos como hermanos y diluir el lazo fraternal de la política, dice; negando lo de Schmitt, el agonismo de la relación amigo/enemigo, que a estas alturas, suena como un solo de trompeta en el tugurio más oscuro. Simplificación de la democracia; no es cierto, democracia no es decidir sobre si debe llover o no, sobre la verdad o la falsedad, sino sobre los muchos y los pocos. Mutilación del catalanismo, autogobierno y nueva idea de España, vuelve a decir con desparpajo; siendo el autogobierno un sistema autonómico y burocrático exagerado, como un gigante con pies de barro, y la nueva idea de España, que es la mosca de todas las sopas, la infinidad de ideas que se han hecho todos los pueblos de sol y vino, de artistas y poetas (Andalucía está llena de poetas) tras la subvención.Y su conclusión, hispanofobia frente a catalanofobia y ausencia de pedagogía de la diversidad; donde pedagogía política (pues el hecho de la política es la diversidad; Arendt) significa algo que se cuenta Quintano en una columna del ABC; en una fábula de carneros (sobre civilización y barbarie): 

 << Un salvaje con hambre y frío baja del bosque a la pradera donde pasta un rebaño de ovejas y mata a un cordero y se viste con su piel. Esto no es una acción emprendida en interés de las ovejas, aunque a la larga conduzca a su beneficio. El salvaje, de nuevo con hambre y frío, ataca por segunda vez al rebaño, y así hasta acostumbrarse, lo mismo que su complacida familia, a mejores ropas y alimentos. Pero una manada de lobos ataca un día a las infelices ovejas. ¿No las defiende entonces su primitivo enemigo? ¿No se identifica con sus intereses al punto que su total extinción o su padecimiento lo alarman también a él? Y en la medida en que procura su bienestar, ¿no se ha convertido en un buen pastor? Y si algún carnero castrado, que ama a su especie, razona junto con sus compañeros sobre el cambio de su condición, se estremece al recordar aquellos primeros episodios, y la contribución de ovejas y vellones que exige el nuevo gobierno. Pero le parece insignificante en comparación con lo exigido por lobos, enfermedades, heladas y asaltantes casuales. Y brota en él la admiración por la sabiduría y belleza del pastor, y hasta recuerda con agrado alguna caricia ocasional que le prodiga. No está lejos de sostener no sólo el origen racional, sino el derecho divino del pastor. Un enemigo salvaje de esta índole, convertido incidentalmente en útil amo, recibe el nombre de “Conquistador” o “Rey”. 

 –Quizá el universo –dijo Santayana una vez– no sea más que un equilibrio de imbecilidades. >>
La pedagogía política de existir, sería ante todo una educación negativa, reducida a una educación física, más que moral (para la libertad), para podar las viejas ramas de la animalidad del hombre, limar las impurezas ociosas del vicio, y reprimir los excesos de los instintos y el deseo. El hombre no es ni bueno ni malo por naturaleza, pues como dice Kant, por naturaleza no es "moral" -sólo lo será cuando eleve su razón a los conceptos del deber y de la ley, y añade - entretanto se puede decir que tiene en sí impulsos originarios para todos los vicios. El hombre, antes de educarse, no es ni racional, ni moral, ni simbólico, ni volitivo, sino sensualidad inclinada al goce de los vicios, que al convertirse en hábito y costumbre se tornan necesidad. Jorba, mal usa el término pedagogía cual psicólogo charlatán que malbarata la voluntad de los otros. Como periodista, dado el conflicto entre tiempo y forma, fondo y espacio, característico de esta escritura grumosa de papel pulpa, se debe utilizar la pedagogía en la radicalidad y brutalidad política o antropológica planteadas por Kant; en que la ilustración del hombre es algo más duro que adiestrar y amaestrar mecánicamente a los caballos y los perros. El hombre es la única criatura que debe ser educada, dice; entendiendo por esto los cuidados (manutención, sustento, calor, envoltura, guía), la disciplina (impedir que la animalidad se extienda a la humanidad) y la instrucción (habilidades, desarrollo de facultades o conocimientos, preceptos de la razón, moralidad). El hombre es niño pequeño, menor de edad, y debe ser tutelado, dirigido y dominado hacia el pleno desarrollo de sus potencialidades, su destino: la perfección de su humanidad y desarrollo de una moralidad para la libertad. El problema radica en el quién es hombre (educador), y quién es niño (educado). ¿Quién aplica la pedagogía política,"quién" impone  el deber moral y la ley política a las ovejas? ¿quién es el lobo o el hombre (salvaje), quién el carnero castrado?  Sería mejor que antes de obedecer a las nobles peticiones "vanguardistas" de un marchitado kantismo de Jorba, atendiéramos al maquiavelismo de Quintano y aceptáramos que, al menos en nuestro mundo, la política va de reyes y conquistadores, más que de pedagogías y mitos seudoilustrados















lunes, 16 de noviembre de 2015

Morts de Rire (yII)




Como veníamos diciendo en la primera entrega de Morts de rire, el atentado de París contra el sector más doloroso y ruidoso de una sociedad, sus ociosos ciudadanos, sólo puede juzgarse por el momento inmediato en que se escribe y se habla en el ruido, a modo de actualidad. Siendo lo más destacado y destacable, no sólo los discursos comprensiblemente belicistas y patrióticos del presidente de la nación, Hollande, sino la forma de las figuras mismas que actuaron en el grotesco y ridículo escenario de escabechina y carnicería humana. Pues, alejando la mirada del contexto (analizado aquí), es esencial demostrar el carácter brutalmente cómico, delirantemente asesino, pero cómico al fin y al cabo, de la figura de "el terrorista", en este caso del ISIS. Kierkegaard, estudiando la tragedia antigua y la comedia moderna, decía - Toda personalidad aislada se hace cómica siempre que pretenda hacer valer su contingencia frente a la necesidad de la evolución; exactamente lo contrario del terrorista ( de la inversión de la tesis de Kierkegaard también surge lo cómico) que subsumido y sometido ante su Dios o su aparato de sentido y significación, exagera de tal modo la necesidad frente a la contingencia de la política, que su intento resulta tan atroz como cómico. Un escéptico y agnóstico (a veces casi ateo) como yo, ni siquiera cree en el manoseado sentido de la historia, de la vida, ni en las masoquistas fuerzas del darwinismo social u otras escuelas del sentido y redención. Un incrédulo como yo que sólo habla a título personal y a duras penas se representa a sí mismo, sólo puede encontrar lo cómico y lo ridículo en la voluntad quebrada de aquellos hombres que, entregados y abandonados en el vidrioso sentido del mundo, se creen capaces de sepultar la contingencia humana, aplastar la inevitable pluralidad y diversidad que entre ellos los distingue, y suturar la ruptura o brecha que su anómala existencia abre en el mundo, en su insistencia de perseverar en su ser, como diría el marrano. Hombres como Arturo Mas (el delirio de un presidente que de gobernar hombres ahora gobierna pueblos de curas y cabras), don Mariano (un sujeto incapaz incluso de gestionar su propia incompetencia), el Papa (ahora un supuesto producto "marxista"), Carmena (un personaje de Berlanga, placidiano) o cualquier europeísta vertical (peón de una teología positiva del capital), son figuras cómicas de lo político; con la sutil pero gran diferencia que estos no matan directamente a nadie, y cuidan sus grises y tediosas formas convencionales; sin las excentricidades islámicas. Lo más gracioso del asunto es que todos van decididamente en serio en su comicidad.  

Los personajes trágicos sirven en todo caso como instrumentos o herramientas de comprensión de lo real y lo actual, pero en ningún caso es legítimo tomarlos como referencia moral o apuesta política; sus consecuencias en el mundo terrenal son atroces para una imagen digna del mundo que no contempla la teodicea. De la misma manera su antítesis ideológica, el terrorista (estos a diferencia de los personajes trágicos no resisten sino que obedecen a la imperante justicia de Dios y al sentido), cumple una misma "función social": representar lo ridículo y obsceno que lo cómico posee cuando se toma en serio a sí mismo (y la trascendencia). Aparecen como los payasos de Álex de la Iglesia en Balada triste de trompeta, unos payasos vengadores y victimizados por los niños, redimiendo la sociedad con la violencia. Recordemos que el terrorista acusa a París de ser el "centro europeo de las abominaciones y perversiones", a sus ciudadanos de "infieles" y "cruzados" (puntos clave del Isis, aquí), terminología con la que el diálogo es imposible y las aspiraciones racionales un vano fracaso. Con los payasos de la Iglesia no se puede hablar, ni convivir; con ellos es imposible la comprensión y la política; obligando el despertar de ciertas carcajadas ante su vestimenta, su discurso, y su mecánica y previsible actuación. Véanse algunos vídeos en que reivindican el califato, la guerra obligada para todo musulmán y la conversión o la muerte para los herejes. Acompañado todo eso de sus anacrónicas barbas y sus hombres convertidos en momias vagando por el desierto tarareando canciones que exaltan a jóvenes que luego se rebozarán de explosivos y pasearán sus dóberman de fuego (AK-47) por las capitales europeas. No puede negarse que el horror en sus ejecuciones y la putrefacción de sus conciencias morales sólo es comprensible como la perversión de un payaso; el quebranto de una risa cómica desmedida en un contexto hiperbólico. La violencia que emplean en nada se parece a la violencia del absurdo o la violencia del inconsciente de Lynch, ni a la violencia como espectáculo o representación de Tarantino, ni a la violencia como anomalía del hombre, u objeto externo y extraño, de Ridley Scott, ni a la violencia como "continuación de la política por otros medios" (Clausewitz) de Coppola; sino que debe entenderse chata y estrictamente como la violencia del sentido, la violencia de Dios, a través de la cual, por muy básico y estúpido que parezca, del mayor mal resulta el mayor bien: la salvación o redención; como si la vida en la tierra fuera un hipo de Dios.

A diferencia del piloto de los Alpes: el "depresivo piloto" de Germanwings cuya contingencia sí se impuso a la evolución general de sus pasajeros, correspondiente a una figura trágica, que como dice Zambrano, en sus primeros pasos no sabe contra qué lucha ni cómo luchar, mientras el horizonte se le perfila oscuro, hostil y sin opción; imponiendo el propio sentido a una voluntad general desconocida. Una opción que despierta el mal sin porqués, o el mal basado en la incertidumbre. Por el contrario, la figura cómica de el terrorista, es una figura que magnifica el porqué, el porqué del mal, el sentido, la trascendencia y convierte en irrisoria su contingencia y su irrepetible personalidad; de ahí lo cómico: inmolarse por Alá. Ambas figuras responden a la bidireccionalidad de la tesis de Kierkegaard. Algo atrevida para el mundo gris del sentido común y la tediosa dinámica de las sociedades abiertas, que muchos se tomarán a mal; pero real para un espectador de televisión que como yo, pegado al pinganillo de la radio y a la pantalla plana, se encontraba una madrugada de viernes, calentito en casa, fumando y tomando vino, mientras voces sin cuerpo le informaban del horror ocurrido en esas categorías de "civilización vs barbarie" sobadas por la oficiosidad. 
  



sábado, 14 de noviembre de 2015

Morts de Rire (I)






La actualidad manda, dicen los periodistas como pastorcillos de noticias lanosas o angelitos de alas empedradas. La de hoy, recién horneada, humeante y con los cadáveres todavía calientes, desprende un hedor a carne y cruda pólvora; además de ríos de tinta y sangre derramados por las calles de un París áspero y oscuro que muestra un coraje patriótico y una determinación nacional (gubernamental y militar), cual toro en sus toriles, que aquí denominaríamos (siempre El Roto, y descosido) rancia o facha; pero que en francés y al son de la Marsellesa es un canto de fraternidad y libertad. La actualidad, como decía, nueva categoría ontológica que mediante la subjetividad televisiva sustituye a la realidad, sí se mide, a diferencia de esta última, por a prioris (fines) y a posterioris (resultados), por lo inmediato y la opinión del antagonismo de lo verdadero y lo falso; y que para Hegel, hombre precavido ante los sistemas de "o lo uno o lo otro", está destinado a abolirse. Pues para él, dice en su prólogo a la Fenomenología, la realidad (las cosas):

- en su fluir, constituyen al mismo tiempo otros tantos momentos de una unidad orgánica, en la que, lejos de contradecirse, son todos igualmente necesarios, y esta igual necesidad es cabalmente la vida del todo [...] En efecto, la cosa no se reduce a su fin, sino que se halla en su desarrollo, ni el resultado es el todo real, sino que lo es en unión con su devenir; el fin para sí es lo universal carente de vida, del mismo modo que la tendencia  es el simple impulso privado todavía de su realidad, y el resultado escueto simplemente el cadáver que la tendencia deja tras sí. Asimismo, la diversidad es más bien el límite de la cosa; aparece allí donde la cosa termina o es lo que ésta no es [...] En vez de ocuparse de la cosa misma, estas operaciones van siempre más allá; en vez de permanecer en ella y de olvidarse en ella, este tipo de saber pasa siempre a otra cosa y permanece en sí mismo, en lugar de permanecer en la cosa y entregarse a ella. Lo más fácil es enjuiciar lo que tiene contenido y consistencia; es más difícil captarlo, y lo más difícil de todo, la combinación de lo uno y lo otro: el lograr su exposición.    

Así, la actualidad o la actualización de fines y resultados que implícitamente van ligados al fondo y forma de lo mediático y televisivo, no nos permiten ver la realidad en su diversidad y devenir, en su propia esencia o naturaleza; nos imponen la cercanía y la proximidad, y el abandonarnos a lo inmediato hipertrofiado o metaforizado, lo verdadero sin contradicción o proceso. Operando la actualidad como un desdoblamiento de la realidad en una representación vaporosa e ideológica, montadas ad hoc, cuya medida es el interés (sea cual sea); como una operación quirúrgica de extirpación del cuerpo y no del tumor, un juicio vacío sin objeto ni cimiento. De manera que el ataque terrorista, y su trote de miedo y muerte, es actualidad más que realidad, espuma más que sustancia: imposibilitando un juicio imparcial, como el de los antiguos, de la realidad; pues esta es la temporalidad, y lo nuestro, el aquí y ahora, el instante atemporal de la actualidad. Imposibilitando, para apologetas conservadores del conflicto tanto como para buenistas de la gaucho divine, cualquier reflexión que vaya más allá de la apariencia, del modo de aparecer del acontecimiento, esto es: la figura o forma estética de lo sucedido. Esto queda demostrado por el tono doméstico y deportivo, coloquial, con el que desde las once de la noche del día de ayer hasta el canto del gallo de hoy, los periodistas han "retransmitido"  la información. Ante un lenguaje de "puta vida", acompañaba una música de "puta vida". Una nada irreflexiva, pero de polifonías musicales constantes, como la musiquilla de espera de los teléfonos comerciales o las risas enlatadas de las sitcom

Atendiendo entonces a la apariencia, lugar de la política para Arendt, no así para Platón; vemos como el discurso de Rajoy (el presidente que sólo leía el Marca) de esta mañana: -no estamos ante una guerra de religiones, sino una guerra entre civilización y barbarie, no significa más que la confusión conceptual (lo contrario a la vida a través del concepto como me dijo una vez R) y la ideologización de un problema político, dirigido desde grandes aparatos de subjetividad y poder nacional, y desde hegemonías basadas en el narcisismo de las diferencias. Problemas que en cierta medida supera las condiciones materiales para instalarse en la almidonada nube de la trascendencia religiosa. Ciertamente la contraposición entre civilización y barbarie la aceptaría un liberal con denominación de origen; pero ciertas posiciones del llamado pensamiento radical, o crítico, no entenderían la socialdemocracia y las sociedades abiertas como la civilización, y lo "externo" o "ajeno" (una alteridad artificial y asistida) como la barbarie; sino que verían en la propia cultura, la propia civilización, los elementos en potencia de barbarie y opresión; de origen atávico u ontológico, si se quiere. Así veía Adorno en la democracia liberal los elementos latentes y lactantes del fascismo; afirmaba: - es más peligroso el fascismo "en" democracia, que "contra" la democracia.  Algo que don Mariano desconoce a todas luces, pues el interés le va en ello. Además, desconoce el conflicto "real" entre las religiones y sus concepciones, cosmovisiones, del mundo; de las "civilizaciones" que no distinguen, en apariencia, el derecho político del derecho divino, el Estado de Dios, el hombre del escupitajo existencial, etc. Dichas teocracias no son aliados o amigos, en la relación política de Schmitt, por mucho que renieguen de los atentados y los grupos terroristas, pero tampoco enemigos. Son simples compañeros de negocios en la teología (sin dialéctica) del capital; de ahí que su enemigo ficticio sea "el terrorismo" y no ciertos regímenes teocráticos concretos; que ni siquiera unifican la barbarie en ellos, pues tan depredadores son esos regímenes en lo político, como en lo económico lo son las sociedades abiertas. Eso sí, en estas últimas, todo es más sutil y más estético; cool y soft que dirían. La barbarie, por lo tanto, no es la contingencia y la azarosa arbitrariedad de unos grupos minoritarios de terroristas aislados que al ejercer la violencia (sin más sentido que el de destruir el sistema de libertades democráticas) causan grandes daños a mayorías civilizadas; de modo alguno es una lucha contra fundamentalistas de generación espontánea, sino que son producto de un caldo de cultivo nacional e ideológico, y un contexto fuertemente religioso y general que incluye visiones ontológicas, éticas y estéticas del mundo antagónicas; amparadas por las teocracias de negocietes y las supuestas sociedades abiertas; opulentas y ociosas que diría Ferlosio.



viernes, 6 de noviembre de 2015

Adorno y la educación ¿para qué?







Ya son conocidos a la par que sufridos por todos los exabruptos y excesos televisivos de la socialdemocracia en el espacio de ecología mediática en que navegan, a la deriva, nuestros discursos políticos, más estériles que nunca, y nuestra acción, más nimia siquiera que la del proletario más alienado. Pero lo que aún sorprende más, o irrita mas bien, en la impuesta condición de espectador, son las constantes perversiones del lenguaje categorial, en un principio y supuestamente, establecido, pero de plúmbeas recaídas. Ya pasamos los ciudadanos a llamarnos usuarios en la burocrática red, y red digital, institucional, y soportamos que en las secciones web de cultura de las clásicas estructuras disciplinarias surgidas en el S.XVIII, en lugar de cinéfilos, privilegio que aún nos concedía la industria cultural, nos llamaran consumidores de cine, como borregos devorando alfalfa. Incluso, en un valeroso acto de paciencia y serenidad, soportamos que las críticas de cine y literatura, y no sólo sus novedades, nada novedosas en su originalidad, del ABC, se incluyan en la sección de "Ocio" o en la de "Gente y Estilo" (en la que al menos con Rosa Belmonte hay un petardeo agresivo e irónico), en vez de integrarlo ¡qué difícil y ardua tarea! en el ABC Cultural de toda la vida. Los tiempos cambian incluso para ellos ¡quién lo iba a decir!. Con todo, lo que sí resulta imposible de asumir y aceptar pasivamente son las nuevas tendencias ideológicas sobre la educación ( inscritas en la generalmente proclamada, nacional y epocalmente, crisis educativa), que han convertido su prestigioso nombre en una mera agencia de colocación ibérica, un instituto de prospectiva profesional castiza, y que entre otros, sor Marina, el de las inteligencias, el pedagogo de "colorín colorado", convertido (ayer y) hoy en el redactor de la anacrónica, inútil e ideológica "educación para la ciudadanía", lleva a cabo un proyecto ideológico e ideologizante de la educación, contra su imparcialidad, con total impunidad ética y penal. Pues los chascarrillos de este maestro de las variedades y la chirigota pedagógica, del que solo reconozco el libro Por qué soy cristiano, y a duras penas, no son en absoluto inofensivos viniendo del mandarinato que controla el asunto. Perlas tales como que "la educación debe adaptarse a la sociedad", hablar de incentivos y liderazgo en vez de instrucción en conocimiento y formación espiritual, y concebir la finalidad de la educación en generar "profesionales" (Sócrates en el Protágoras ya distinguia entre hacerse profesional y educarse) para integrar a los "alumnos" en el "mundo del trabajo", son propias de un sujeto que poco o nada debería o podría decir en una sociedad que verdaderamente fuese educada en la mayoría de edad.  Que la educación es ya desde la modernidad un feudo de la fracasada ilustración, desgraciadamente convertida en una cuestión política, y un yacimiento de dogmas y fes inquebrantables, tabús y fetiches de progreso, cambio y transformación social, no es nada nuevo para aquellos que lleven, o hayan llevado, un trabajo crítico (en sentido negativo) sobre la cuestión. Sea desde Adorno u otras perspectivas que toman el todo social y sus aparatos de subjetividad como eje central del problema educativo.

En la entrevista "Educación ¿para qué?" Adorno reivindica la reformulación del qué y el para qué ( fines y teleología) de la educación, pues esta ya no es inteligible y evidente por si misma  (la educación como lo bello, debería ser evidente, objetiva, por si misma y absolutamente desinteresada)  dentro las exigencias y necesidades de una sociedad articulada según modelos y guías normativos cosificados, administrados por un Estado que ha perdido la inocencia. Como finalidades de la educación propone la emancipación de los individuos y la recuperación de una experiencia genuina con el mundo; pues la experiencia, el modo de percepción, es la condición de posibilidad del pensamiento crítico (negativo: desintegración de lo dado o establecido), su materia prima, y este, la única posibilidad de liberar a los individuos de lo abrumadoramente existente que articula la organización material del mundo, la ideología dominante (autoridad) y el principio actual que rige y gobierna la  educación reificada: la adaptación. Movimiento de asimilación e identificación con lo siempre-igual, tragando y aceptándolo todo como "la realidad" del Well ajusted people, un "así son las cosas" autocomprensivo, en que la única alternativa es la sumisión voluntaria a lo imperante; que resulta ser, de una manera u otra, algo insistentemente represivo. Ante todo ello la educación debe ser un fenómeno dialéctico, es decir, una educación de contradicciones y resistencia, una educación que ponga de manifiesto y exprese nítidamente dos contradicciones necesarias para la producción de posibilidades emancipadoras y de resistencia. La relación edípica que se posee con la autoridad escolar, la figura del padre-maestro, necesaria para mostrar la alteridad del no-yo, pero que de no ser superada imposibilita la formación de un yo emancipado, generando mayor opresión psico-social; y la revelación de la polémica relación entre teoría y práctica, entre la formación del pensamiento individual y la práctica educativa (praxis pedagógica), siempre colectiva. Pues Adorno no sólo ve imposible articular un programa educativo para la mayoría de edad en las circunstancias técnificadas y con el ordenamiento material de la sociedad administrada; sino que encuentra un problema ontológico, por así decirlo, en la educación. Su solución, tan potente como estéril para la praxis, como pude verse, es paradójica; cito, gracias a R:

<< [...] reflexionar sobre el fenómeno de lo fácil que resulta la represión precisamente en el fervor de la voluntad de cambio; que los intentos de transformar eficazmente nuestro mundo en tal o cual aspecto específico se ven expuestos de inmediato a la aplastante fuerza de lo existente y parecen estar condenados a la impotencia. Es posible que quien quiera transformar sólo pueda hacerlo en la medida en que convierta esta misma impotencia, junto con su propia impotencia, en un momento de lo que piensa y quizá también de lo que hace>> 
(Adorno; Educación para la emancipación) 

La noción o concepción educativa de Adorno sólo puede entenderse desde los términos "materiales" del todo social, es decir, entender la educación no como lo entendía Arendt, un proceso pre-político de instrucción y disciplina en el paso o transformación de niño-alumno a adulto-hombre; el paso de lo privado a lo político, de lo familiar (interior) al mundo (exterior); como si lo educativo tuviera un tiempo efímero de realización durante las primeras etapas de la vida en que se juega un partido entre el mundo infantil y el mundo adulto, y no entre barbarie y civilización. Sino como un proceso permanente, social, integral y global; entendiendo la educación como la formación del pensamiento (conciencia) general, formación profesional del trabajo y formación cultural de toda la sociedad, de todos los individuos, miembros de cualquier edad en la sociedad; como los intentos de Weil de instruir en filosofía, marxismo, a los trabajadores de las fábricas, a la clase obrera y sus sindicatos. Es decir, una educación para la democracia y el individuo, autónomo. Esta concepción es plenamente ilustrada, pues Adorno es un verdadero ilustrado, y concibe la ilustración ( de ser posible, como educación y pedagogía etc.) como el reino de los fines, como la salvación; mientras que Arendt no vincula la educación a la ilustración ni a un reino de los fines, no la comprende como emancipación, libertad o salvación, sino como mera introducción, aparición, del hombre al mundo político, cuyo sentido sí es la libertad. Dicho todo esto: ¿Sería la filosofía (crítica) un proceso de ilustración; y de serlo, sería entonces la filosofía una pedagogía? ¿El para qué de la educación conduce a una educación de la emancipación, la democracia, y por extensión, de la "ciudadanía; no sería eso algo ideológico y no filosófico? ¿Podría educarse, tal y como lo plantea Arendt, sin un para qué entendido como un reino de los fines o cálculo de bienes morales y políticos, y pensar la educación al margen de lo político? ¿Puede separarse la educación de la formación profesional del trabajador, de la formación cultural del todo social? ¿La educación es la conciencia o la revelación de la tensión entre teoría y praxis, y por lo tanto su frustración, su imposibilidad? ¿Se puede eduacar sin un proyecto de psicología social fuerte? ¿Se puede educar para la contradicción y la resistencia, para la emancipación, sin ser esta ya un  modelo normativo y regulativo? Estas preguntas surgen de la brillantez y ambigüedad, confusión, de los textos del portentoso escritor que es Adorno.
















  













miércoles, 4 de noviembre de 2015

Prolegómenos a El sobrino de Rameau




El seminario sobre la Ilustración, privado y personal como le gustaba a Spencer que surgiera la filosofía, como el crecimiento de una planta cultivada en la llanura, nada académico (estatal), con R, imposible sin su dirección, se ha convertido en, además de una rutina de lo más agradable, tardes de diálogo que parecen más bien un ring de combate, boxeo, entre oposiciones dialécticas, sin lógica dialéctica, y sin juego de posiciones ideológicas. Hemos hecho nuestro aquello de Patocka de la vida en la idea para elaborar algo así como unos ejercicios de incertidumbre o ensayos críticos críticos; y que por lo tanto, actúan como notas intempestivas contra la ilustración. Esa tierra de nadie o lugar vacío y retirado que es el pensamiento desde el que se habla sin determinaciones históricas, sin contingencias, sin imperativos prácticos ni prejuicios o dogmas teóricos: un pensar sin barandillas, sin las almohadas muy mullidas, que diría Montaigne, de rígidos sistemas filosóficos. Con total libertad y arbitrariedad en la opinión y la selección de textos (concretos e interpelados por el hipertexto) que expliquen o revelen la verdadera naturaleza de la ilustración (no su origen único, pues existen diversos y distintos "procesos" de ilustración; algo así como una polifonía ilustrada. Está por ver si la ilustración es un proceso o una Gracia, salvación, redención, génesis o transfiguración teológica...) descompuesta o deconstruida en lo que consideramos sus partes atómicas y nucleares; los fundamentos doctrinales, constantes y esenciales que encontramos en toda veta de emancipación, sea esta en la areté (virtud), en el nous (entendimiento o intelecto), o en ambos a la vezde la biografía de los hombres y sus manadas, las naciones.

Estos elementos esenciales, comunes en toda ilustración, podrían identificarse con dos fenómenos o acontecimientos (y aquí ya hablo desde mi punto de vista sobre el seminario; pues R. sigue con su trabajo sobre Kant y escatología e ilustración, y no quisiera poner en su boca palabras que quizá apruebe o no, de otra manera), de entre otros que podría haber, que englobarían de manera general y especulativa dicho, extraño y escaso, fenómeno (¿de libertad?) en la historia de los hombre y las ideas. En primer lugar, la ilustración implicaría, repitiendo, el paso del mito al logos, o dicho de otro modo, el paso de la atemporalidad estética (el instante abstracto y absoluto) a la temporalidad ética (la concreción y contingencia de la duración, continuidad y temporalidad de la existencia: cargando sus consecuencias como el peso de la pena, la culpa o el mal abiertos por la libertad) como diría Kierkegaard (aunque para él, el tercer y último estadio, superior al resto, sea el religioso, el del milagro: ausencia de sufrimiento y dolor), autor inteligentísimo al que sus seguidores no han hecho justicia ni buena prensa; y que podría entenderse como el paso del Mito a la Historia ( Adorno, Benjamin), de lo escrito a lo que está por escribir, del ser al devenir o, siendo lo mismo, como el paso de la historia trágica (sueño) a la historia ética (conciencia histórica) de Zambrano. Dicho paso, o dichos pasos, no se darían de una vez por todas, ni significarían un estado de gracia, absoluto, de no retorno, sino que se desdoblarían las direcciones en un juego de regresos y progresos sucesivos pero no necesariamente ascendentes o descendentes; siguiendo la estela de la symploké (ruptura, discontinuidad, pues no está todo en todo) platónica. Por lo tanto, la ilustración estaría ligada por excelencia, no sólo al nacimiento y origen de la Estética (Baumgarten, 1750; el gusto, el goce, lo bello y lo sublime...), sino con su presente y las problematizaciones político-teológicas de sus contenidos; aplicados también  retrospectivamente al pasado, clásico o antiguo (algo que evidentemente no puedo precisar ahora). 

Y en segundo y último lugar, la ilustración implicaría, la indisoluble unión entre ilustración y educación, pues no toda educación tiene por qué ser ilustrada, pero sí toda ilustración es educativa, posee un carácter disciplinario y formativo como condición de realización de su objetivo, esto es, en palabras de Adorno, -liberar a los hombres del miedo (del esclavo) y constituirlos en señores [...] disolver mitos y derrocar la imaginación mediante la ciencia; o en palabras de Kant, -el abandono por parte del hombre de su minoría de edad autoculpable. Desde los diálogos de Platón con la mayéutica socrática, el paso de las sombras y la oscuridad a la luz; a las éticas de Aristóteles y Séneca, el paso de una mala vida y un ser imperfecto a una eudaimonía, buena vida, como florecimiento y plenitud del ser o "felicidad" en el hombre; a las estrategias políticas de Marco Aurelio en las Meditaciones, y Maquiavelo en el El Príncipe, con el paso de lo precario en la generación y corrupción constante, a la esperanza de la gobernabilidad de la fortuna; al Leviatán de Hobbes, el paso del miedo natural al poder de la ley, o de la horizontalidad a la verticalidad; a las meditaciones y discursos de Descartes, pasar del error y la duda a la certeza, y convertir el asombro, la curiosidad, el deseo de saber y el "arte de vivir" de los antiguos, en una ciencia y un método; a los textos de la ilustración francesa: Voltaire (Cándido), Roussea (Emilio, o el buen salvaje) o Diderot (Rameau); que implicaban el sometimiento y servidumbre de Dios al Tiempo... Desde todo eso, se conduce al objetivo de la última etapa de Kant (La Pedagogía, 1803) que coindice de pleno con la ilustración como eduación o pedagogía; la de realizar los fines y naturaleza del hombre a través de un proceso físico (natural) y práctico (moral); esto es, a ser algo más que animalidad y piel, y convertirlo en humanidad y razón a través de la temporalidad (llegar a ser). Concluyo pues; los dos elementos que identifican a un acontecimiento como ilustrado, son la estética como revelación del problema teologico-político (histórico), en que lo bello y lo sublime juegan un importante papel; el paso del sueño atemporal a la conciencia o existencia temporal; y su carácter educativo, el cómo se da el "proceso" y la disciplina de emancipación en la areté y el nous de los hombres. Éste, es el propósito del diálogo entre el filósofo, el mismo Diderot (1715-1785) y el payaso, bufón, músico Rameau. Pues se plantea, o así lo planteo, desde una doble perspectiva: desde la literatura misma, y desde una sociología de la literatura.