domingo, 7 de septiembre de 2014

Nudos y suturas del Nacionalismo





La apremiante actualidad me obliga a emplazar, una vez más, un artículo de escritura más silenciosa y menos rabiosa como el de "In dubio, pro rico (II)" para momentos de aguas más mansas y menos revoltosas. Ya que los últimos acontecimientos mediáticos, las últimas declaraciones públicas, tanto de "profesionales de la opinión" (tertulianos más que periodistas) como de la cúpula bi-cefálica de los dos gobiernos nacionalistas (españoles y catalanes), sumado a los últimos movimientos de la "familia(mafia) Pujol" y a la promiscuidad del acontecimiento del nacimiento de un "nuevo" pero etnicista Estado-nació catalán (el "11S" y la "consulta"). Han conducido a postergar mis más nobles intereses de pensar y reflexionar sobre la administración de justicia y su más que maltrecha estructura, para dedicar unas líneas a los sucesivos acontecimientos revelados como grandilocuentes intentos de supervivencia de un agónico fundamento racional del nacionalismo catalán (el español es de sobras conocido como atávico), y los desesperados últimos coletazos de vida de su legitimidad "moral" y cognoscitiva, de sus discursos portadores del "pragmatismo independentista" integrados ficticia-mente en la indecorosa proclamación de la "mayoría del movimiento catalanista".

En los sucesivos debates, hacía tiempo que no les prestaba atención, de tv3, 8tv, Rac1 y distintos y extintos artículos de la vanguardia, uno a podido ver cómo la más falta consideración de rigor intelectual, y la más mísera actitud colaboracionista (cobardía), han florecido en los instrumentos mediáticos de propaganda ideológica (defensa de intereses privados y burgueses) y de construcción de un "nosotros" como mitología que aplasta la pluralidad política, causando un notable impacto en la línea de flotación del periodismo en general y de su objetividad y credibilidad en particular. Puesto que, en los días sucesivos hemos podido contemplar como los argumentos esgrimidos por jóvenes periodistas trajeados que conforman las más amplias redacciones de los medios catalanes - nada sospechosos de radicalismo físico o integrismo- y los más pintados de las letras catalanas del periodismo ( José Antich, J.L.Burniol, P.Gabancho, P.Rahola, A.Franco, el ex director de la Vanguardia J.Barbeta, etc.) han sucumbido a las tinieblas del "nosotros"; argumentando en tropel, que lo del dinero en paraísos fiscales, el origen, cantidad y voluntad de devolución del mismo, son lo de menos. Lo realmente importante es que respondan moralmente al pueblo de Cataluña, (sujeto o sustancia política harto cuestionable), que den explicaciones morales al engaño, que se justifiquen y se disculpen. En definitiva, que hablen a un "sujeto político" inexistente como el catalán, al igual que el español, hasta incluso el de Humanidad, que no hacen más que sustancializar aquello que no es una sustancia que manipular. Así, pues, su preocupación es cómo afectará el "caso Pujol" al proceso catalán - cuando gritaban que nada tenía que ver -, les preocupa el  "cómo" van a recuperar la "presentabilidad" delante de la luz pública que todo lo ilumina, y cómo, estratégica-mente, van ha intentar ocultar y sobrellevar con más oscuros que claros, la carga de la corrupción institucional y sistemática, para no admitir que este no es un problema catalán (sí para el proceso). Sino que es un problema nacional, que no sólo no es propio de los nacionalistas, sino de todos los ciudadanos. Estos periodistas y medios, pretenden pues, centrar el problema en una cuestión estratégica y no de "principios" o ideas; en un obstáculo más para sus fines, sin pretender arreglar y esclarecer con cifras y orígenes concretos el uso del dinero por las fuerzas de apoyo a la corrupción, para limpiar y re-fundar las bases de su nuevo estado. Sí, por el contrario, pretenden seguir con la velocidad de crucero cargando todos los cadáveres, practicas e instituciones de la corrupción; además de todos los huecos comprensivos, los enigmas, las sombras y las quimeras, por encima de las condiciones materiales reales, la situación geopolítica de la nación (fuero o dentro de Europa), o un mínimo proyecto de país (forma constitucional, parlamentaria, institucional etc.); no significa  otra cosa, que su poco interés por las formas políticas de justicia y libertad, y su demasiada preocupación por el "espíritu del pueblo", la raza, la etnia y la cultura catalana.

 La corrupción es propia de todo aquel "profesional" sin profesión que se acerca a la vida política con ideologías escudo (sean liberales, socialdemócratas, conservadores, nacionalistas o comunistas), que sirven de epifenómeno ocultando  la realidad, que no es otra, que el más predominio del "funcionalismo", la creencia en el "crepúsculo de la ideología" (Sánchez Mora). Una perspectiva que auto-engaña al sujeto político concreto  particular, y emborrona todo la esfera pública, que conduce a decir que PP y PSOE, CIU y IU, (...) "la misma mierda son". Discurso que conduce al filo-fascismo, a un peligro inusitado aún por los más jóvenes entre los que me incluyo, que fomenta el odio o el prejuicio contra lo político, como si existiera una distinción entre "política" y "ciudadanos". Distinción que sin duda conduce a exportar la dialéctica amigo/enemigo de Schmitt, en un terreno constitucional y estatal; de política interior, cuando lo propio de dicha relación dialéctica, es la política exterior. Allí donde la propia construcción del Estado por los miembros soberanos, no corresponde con su concesión, sino que es un terreno vedado, una discontinuidad material, donde aún es necesario establecer un marco de unidad para que pueda producirse la "pluralidad" real, no-negadora de "lo otro". Allí es donde se da dicha relación amigo/enemigo, y donde los intentos de una legislación "universal" han pretendido vanamente establecer la "paz", que por la asimetría material jamás podrá ser realizada . Por lo tanto, mientras sigue escampándose ese empobrecimiento del lenguaje y del discurso político del "todo la misma mierda"; nosotros jugaremos a la revolución por la totalización, o al des-quebrantamiento del "sistema" incluyendo nuestros propios elementos teóricos, conceptuales e incluso constituyentes (legales, estatales, morales etc) de resistencia, que articulan nuestro "ate de no ser gobernados" por el exceso de poder. No entendiendo que son figuras de propaganda, tan estereotipadas como los dos "mitos" políticos advertidos por don Gustavo Bueno de: "izquierda" y derecha". Maniqueísmos que ha nada serio y riguroso en lo teórico, y nada concreto y efectivo en lo practico conducen.

Como iba diciendo, el intento de transformar el "caso Pujol" en un caso catalán, que incumbe a un "nosotros" como sujeto o sustancia política, es un grave error, que no hace más que reafirmar las polarizaciones y las distancias entre los dos grupos predominantes de nacionalismos, los periféricos (del norte) y el mesetario y castizo nacionalismo español, cuya forma es tal vez más robusta y anquilosada en el conservadurismo y la sociología tardo-franquista, cuya fuerza es hoy la que reside en unas estructuras de poder empíricas: cuerpos policiales, administración de justicia y con ella los altos tribunales, la hacienda pública, y la supuesta aunque cuestionable legitimidad democrática de los ciudadanos del estado español. Pero cuya gallardía y vigor estético (estamos en la era de la teatralidad política) es ínfimo respecto a la orgiástica explosión de la estética nacionalista catalana, que consigue movilizar a miles de personas (quizás menos de las que dice el gobierno catalán) que se cuadran al toque de corneta del general. En tal situación, el peligro es para aquellos que no militamos en agrupaciones ideológicas tradicionales, que no comulgamos con formas religiosas, teológico-políticas como el nacionalismo-católico-mesiánico, o rezamos y esperamos la "gracia" de sustancias políticas venidas de la nada, irreconocibles por los demás, en ausencia de cualquier concesión de autoridad y faltas de "novedad" (novedad en tanto que nuevos proyectos políticos, nuevas formas de organización, o nuevas figuras de autoridad). Aquellos que están atrapados por los distintos nudos y suturas del nacionalismo, que juegan a configurar al más pintado, en una trinchero o en otra, no hacen otra cosa que simplificar, reducir y asfixiar el espacio público, el espacio "entre" los hombres que ya no solo en tanto que ciudadanos poseedores de unos derechos garantizados por el estado, sino en tanto que materialmente hombres cualesquiera, ven reducido su espacio, su dimensión de acción por los extremismos y los discursos "funcionalistas" que esconden un etnicismo y un racismo galopante y subyacente.

A un servidor, ya no le quedan más palabras para expresar más claramente lo dicho; así que recurriré a transmitir una percepción a raíz de la experiencia personal al hablar con aquellos que se han definido como"independentistas pragmáticos" o "patriotas españoles" (no nacionalistas) sean personas reales que conozco, ya bien, sean periodistas a los que sigo de manera más o menos continuada en "estos" y "aquellos" lares. En todos estos casos, la conclusión si no ha sido la misma, bien se ha parecido o mimetizado con el ambiente, pues siempre he sacado en claro, que ninguna de sus posturas correspondía a una urgencia pragmática o una reivindicación necesaria para defender la idea de "nación" o de "Estado". Sino, que por el contrario, siempre me he encontrado un subyacente conjunto de prejuicios tácitos, frases hechas, clichés provincianos y retórica local, para ridiculizar o caricaturizar al enemigo "exterior" y reforzar la propia figura de "pueblo", fortalecer un "nosotros" que se constituye no como negación de lo dado, puesto que entonces también se auto-negarían a sí mismos como formas culturales dadas. Sino como odio, miedo a la ficción del "otro" y fe e integrismo en los propios valores, por el mero hecho de ser "propios-dados" (iusnaturalismo). Afirmo pues, que los nudos que crean los nacionalismos son grupúsculos de oscuridades ante la luz de lo público, sombras que sobrevuelan nuestras cabezas, en silencio, sin recordarnos nada del pasado; y sus suturas, barreras infranqueables, que sólo los agentes nacionalistas pueden volver a romper, y liberar de la dialéctica amigo/enemigo de política exterior, suspender la tensión, y reescribir su narración política de los acontecimientos de manera razonable y racional.

No distinguir por ejemplo, que el verdadero enemigo de la "izquierda" es el conservadurismo y el neo-liberalismo antes que los socialdemócratas, con los que pueden llagar a pactar; esta idea de identificarlos como iguales, es olvidar contenidos políticos compartidos, en términos de legislación pública y cuestiones morales (bioética o ética medica), en cuestiones de idea de Estado, de regulación de los mercados (de la economía), en términos de protección social -los socialdemócratas (PSOE) han sido mucho más plurales y garantista, sin vulnerar derechos ciudadanos: aborto, eutanasia, voluntades anticipadas etc - todo ello, es olvidar en qué consiste la política a diferencia de la supervivencia en una isla desierta. En que todo lo que sucede es la ley natural, todopoderosa e injusta, estando aislados y siendo todos los elementos que nos rodean, nuestros enemigos unidos. Quizás todo lo dicho suene a perogrullada, pero en los foros públicos de debates en la sede de los partidos de "izquierda", concreta-mente conozco el caso de IU (Front cívic) y Podemos, se dedican a analizar el hundimiento del PSOE y el juego de concesiones a los nacionalistas a cambio de pactos y apoyo, en vez de plantearse las preguntas y cuestiones reales; como: ¿qué espacio y que lugar pueden ocupar las políticas "socialistas" o  "comunistas" en gobiernos que poseen cada vez menos soberanía y autonomía y se ven inscritos y subordinados en círculos de poder capitalistas? ¿como eliminar una tasa de paro estructural incluso en ciclos de crecimiento, sin recurrir a mini-jobs? ¿debe o no debe establecerse una renda mínima universal, y cómo se determina? ¿puede un país socialista vivir de su producción, sin ser subvencionado en en un macro-contexto capitalista (véase Marinaleda)? ¿quienes son aquellos colectivos con los que podemos integrarnos para la acción concertada para arreglar problemas concretos?, ¿cómo puede constituirse un bloque común y único de izquierda en que se olviden las acusaciones de totalitarios a los comunistas y de colaboracionistas a los socialdemócratas? (...) Y así, un largo sin fin de cuestiones políticas actuales. No falsos y estériles debates eternos sobre la imposibilidad de articular la izquierda cínica y mezquina por naturaleza, la desaparición de la conciencia empírica de clase, la constitución del sujeto revolucionario colectivo (...) Un análisis realista y materialista sobre el asunto, y un intento por eliminar falsos debates como el del nacionalismo, desataría nudos de cuerdas que hoy parecen irrompibles y asfixiantes, y que las propias corporaciones de izquierdas han jugado a favor de su permanencia y les han ayudado a cambio de beneficios electorales.

Un análisis como el que acabo de sugerir, se apoya en la tesis de Bueno, de que la derecha es un bloque mucho más sólido y unitario, en el que no existen una multitud de ideologías dispares, sino más bien unos pocos cuerpos ideológicos bien avenidos. Unidos posiblemente por su circunstancia material y su interés común en las condiciones económicas y fuerzas productivas, vinculando así la propiedad a la libertad, y por lo tanto el mercado y el capital como el espacio de libertad, en lugar de los movimientos políticos de liberación y emancipación; todos aquellos que se oponen por "principios de la acción" a cualquier tipo de opresión y dominación, socio-económica, político-moral o militar. Por el contrario, la izquierda se muestra fragmentada en múltiples facciones y formaciones mal avenidas, sin un programa unitario y común, con odios atávicos del pasado, resentida tal vez por su inquina e ineficaz voluntad de revisionismo histórico. Su posición es pues de disgregación interna, degenerada en sus formas, se haya perdida en categorías del pasado mal recuperadas o bien, inexistentes hoy. La conclusión de Bueno es pues, que existe un solo y sólido bloque de derechas con un interés común, enfrentado a una Izquierda "que son muchas", un bloque desunido y fragmentado que aún sigue limpiando su triste reciente pasado, en una auto-culpabilidad condenatoria. Esta situación podría leerse en nuestro panorama actual de la política española, ya que ¿dónde esta la extrema derecha reaccionaria fascista, el conservadurismo, y el centro-liberal? Exactamente en el PP, mientras que el PSOE reúne socialdemócratas mal perfilados, profesionales liberales (...) y otros colectivos que no se identifican con las clásicas nociones marxistas, la historia socialista o la radicalidad del comunismo; produciendo así una amalgama informe y frágil que no consigue conformar un "poder consituyente". Por ello se alía con nacionalismos periféricos (PNV, CIU, ERC, "el grupo mixto" etc.) dedicándose a suturar sus heridas, justificar sus desfases y legitimar toda acción contra en gobierno central (nacionalismo español). En cuanto confrontación; a todos los anti-nacionalistas ya nos esta bien que se ofrezca resistencia al nacionalismo español, pero no para que con dicho pretexto, apoyen a otros de mayor explosión estética (catalanismo). Por el contrario, preferiríamos un planteamiento material y objetivo, racional y razonable, transversal o plural, que uniera a polos distantes pero no distintos, y no planteamientos étnicos y racistas. No es por lo tanto, una cuestión de "centro" o "periferia", sino de derechas o izquierdas.































martes, 2 de septiembre de 2014

In dubio, Pro "rico" (I)



El título de este artículo es como casi todo hoy, en nuestro sistema político-jurídico, una manipulación a sabiendas, un retorcido ajuste de significado que sirve a los insanos intereses ad hoc que persigue el sujeto político de turno. Ya que el latinajo literal es: "In dubio, pro reo", que significa que en caso de duda ante un imputado o acusado, se le debe o bien exculpar de cargos, o bien aplicarle la pena más baja. Pero en este caso, la tesis que sostendré, es que "el derecho" no consiste en una declaración universal de principios generalizables al estilo liberal; sino de la potencialidad y capacidad efectiva de ser realizados (Spinoza); y por lo tanto de las condiciones materiales para realizarlo, o librarse de su sumisión. Estos individuos mal llamados "los ricos", son aquellos que hoy en nuestro país, pueden no sólo realizar y actualizar sus derechos, sino liberarse y emanciparse de aquellos que los subordinan a la lay y a cualquier tipo de autoridad política. Para tratar el tema de la "verdad y las formas jurídicas" existe un texto largo de Foucault con el mismo nombre, que analiza las tecnologías de subjetividad, que describen y explican con sumo detalle, la "ficción" o construcción del "sistema de derecho", de las instituciones jurídicas y sus modos de su posible (o no) aplicabilidad y correspondencia (veracidad) con la realidad de los hechos. Dicho cometido excede mis posibilidades en cuanto a ofrecer un punto de vista original o novedoso, por lo tanto, me limitaré a analizar la situación de la Justicia en España (en sus formas jurídicas y su verdad). Tomando como inspiración la idea de enfatizar, no una teoría de la justicia universal y objetiva, abstracta, des-contextualizada, ahistorica y no-situada materilamente; al estilo Rawls, Sandel etc. Sino como estructura material, como praxis socio-política inscrita en un contexto cultural y epocal determinado, analizando conceptual-mente sus problemas y deficiencias; no sin antes, introducir la terminología y la fundamentación histórica que ha conducido a concluir el estado actual de las cosas en la Justicia española.

Constatando una percepción general, una sensación que va más allá del simple escalofrío de lo supersticioso, podemos afirmar que la "politización de la justicia", sentencia repetida en todos los foros públicos de este país; es un pesado y nefasto, pero incontestable hecho real. La verdad es verdad, sea dicha por Agamenón o su porquero; por lo tanto, por el mero hecho de que muchos, sean académicos, intelectuales, "gentlemans", proletarios, bohemios, empresarios, periodistas o "politicuchos", hayan proclamado tan "difamante" sentencia sobre la administración de justicia española, no disminuye su verdad y su entidad sustancial de realidad. Un hecho irresistible que nadie puede negar, aunque sea necesario matizar y analizar con más frialdad, precisión y contextualización de lo que muchos lo han hecho hasta ahora. El sistema de justicia, incluye todas y cada una de las instituciones jurídicas en las que se emplean formas jurídicas vinculantes, en instituciones en que se disponga de la "autoridad" y los instrumentos o medios de castigo o "sentencia"; en definitiva, de aquellas que dispongan del poder de interpretar y aplicar "el derecho" sobre cualquier ciudadano que se precie. Cuando decimos "administración de justicia", efectivamente nos referimos a todo lo citado anteriormente, sin que por ello tengamos que rectificar la generalización y universalidad del alcance de nuestra acusación, pues, hasta los más pequeños juzgados y jueces de primera instancia o habituales (menos para los aforados) hasta los más altos órganos jurídicos (tribunal supremo, el constitucional etc.) son a su vez instituciones públicas y como tales forman parte de lo político, sin que ello implique "partidismo", oligarquía o ideologización instrumentalizadora que pretenda asegurar los intereses privados de un grupo concreto de agentes públicos o actores políticos. Simplemente, siendo unos "cenizos" (como diría Rajoy) debemos definir las coordenadas y axiomas de los que se parte en esta exposición. Entonces, siendo consecuentes, debemos decir que dichas formas y estructuras jurídicas son a su vez estructuras e instituciones de lo político, es decir, expresión de lo político; puesto que antes de la fundación del código penal, civil o el que se precie, debemos argumentar nuestra constitución del "pre-derecho" de distintas formas y desde nuestra posición subjetiva concreta. Esto es: moralmente, políticamente, según convicciones, opiniones, teorías o simples impulsos pasionales; constituyendo así, sea con el método que sea: por consenso, contrato o pacto,  mediante el iusnaturalismo, positivismo jurídico o sujetos trascendentales (...) Un orden jurídico, un corpus de "derecho" que exprese los "principios de la acción política", es decir, la forma política de ese Estado o nación; entendiendo por Estado el conjunto de instituciones que gobiernan una nación, o como definía Antonio Escohotado: "el Estado es el límite institucional del egoísmo subjetivo de la voluntad". 

De esta forma, llegamos ha entender que cualquier forma de poder, sea jurídica, legislativa, o ejecutiva, es una forma política, ejecutada materialmente por estructuras políticas reales y comunes para todos; que siempre van a ser discutibles y discutidas, plurales y plásticas, provisionales y sólidas, que deben ser hechas para perdurar, siendo conscientes de lo efímero, la finitud y corruptibilidad del carácter propio de la consustancial contingencia de la política. Siempre podrán ser re-construidas o conformadas como nueva fundación de algo nuevo, desde la base de aquello que sí es inexcusable y necesario: el propio Estado y la acción política, lo político en definitiva, como sustrato y sujeto de todas sus figuras y formas de lo común, del gobierno y de la sumisión voluntaria. Dicho esto, la administración o institución de justicia ciertamente debe obedecer a una estructura "objetiva", que no "verdadera" de la política. Ocupando una ideología lo más plural posible dentro del marco conceptual y teórico representado por nuestro Estado, que debería ser la objetivación de la subjetividad individual (Hegel)  de todos los ciudadanos de la nación. Estableciendo unas instituciones políticas, concretamente en el asunto que hoy nos ocupa, estableciendo principios objetivos de justicia y un cuerpo legal de derecho que enmarcará la acción política y concreta de los hombres, dentro de unos límites geográficos, materializados en fronteras nacionales, donde la soberanía jurídica del Estado y del sujeto político nacional (ciudadanos) terminará y se volverá fronteriza, limitada, impotente e interrumpida por un "afuera" extra-legal; o bien sometido a una "legislación universal internacional". Estos límites de la jurisdicción son impuestos materialmente por las capacidades y potencialidades reales y físicas de las naciones o los Estados, que entran en conflicto (frío o caliente) con otros Estados, con el "otro" de la política exterior.

Tras ésta, quizás larga y excesiva introducción axiomática, el problema concreto de España (y todas sus promiscuas partes) no consiste en la "politización de la justicia" como tal. Puesto que es un hecho - que contextualizaremos históricamente en la segunda parte -, común en todos los Estados y naciones del continente europeo, herederos de la tradición greco-latina (especialmente la romana) y la "segunda patria" (el judaísmo introducido por el cristianismo y sus cristalizaciones en estados católicos y protestantes en la modernidad que construyen con arreglo a esta  "forma mentis" sus figuras políticas). El problema de España, es el intervencionismo y direccionismo jurídico de unos pocos que se articulan como gobernantes, esto es, como casta política o clase dominante y que hegemonizan ideologicamente. Es decir, instrumentalizan la justicia como medio o herramienta estratégica para sus fines de supervivencia como "opresores" o sujeto autoritario. Así la elección de los miembros del Tribunal Supremo es ejercido por los partidos políticos, que escogen los magistrados en función de su representación en el arco parlamentario, y a su vez, son los magistrados del supremo los que eligen a los miembros del Tribunal Constitucional; imposibilitando la separación de poderes y el ejercicio necesario del "contra-poder". El estado de la justicia española es lamentable e ideológico en las altas instancias, pero politizado en todas, incluso en las más bajas salas, puesto que toda institución jurídica es de por sí política (en la noción romana, no así en la griega), sin que sea eso nada peyorativo, aunque sí problemático en la teoría política. Pero que especialmente en Europa, se viene dando desde la creación de Roma, posteriormente consolidado en el nacimiento del Estado Moderno (fundado tras la Paz de Westfalia en el 1648; entre otros lugares en la Holanda de Johan de Witt etc). Todo ello no exonera de la injusta sensación y percepción de impunidad, exención, irresponsabilidad e inviolabilidad que gozan los políticos en este país, ante una "corrupción generalizada" - no galopante, pues, ya no queda más prado verde que sazonar - casi estructural y profesionalizada; que hunde sus podridas raíces en una sociedad civil que en el mejor de los casos es silenciosa y estoica antes los hechos, y en el peor de los casos colabora y se beneficia de ello.

La propia justicia esta pues "partidizada"; convertida en un instrumento de clase, de organización y corporación que se usa en beneficio de los propios "leviatanes" (vigilantes) institucionales, que se escudan en el abismo insondable que les separa y distancia de la sociedad civil (otra separación originariamente romana, aunque teóricamente platónica, entre gobernados y gobernantes) in-comunicándoles y blindándoles de cualquier apelación, demanda o responsabilidad de cualquier actor político no-profesionalizado. Este abismo es imposible de "puentear" mientras la dependencia judicial (de las altas instancias) este "administrada" y dirigida desde los despachos de Moncloa, que no piensan abandonar por nada del mundo, y que sólo puede ser arrebatada; o bien desde dentro, con nuevas formaciones políticas florecidas de viejas "plataformas de la sociedad civil". O por la fuerza, usando la "violencia", una especie de revolución harto difícil de realizar dada la fragmentación de la izquierda, la ausencia de medios de violencia (los posee el Estado), y la disolución aparente (espejismo) de las clases sociales pequeño-burguesas y proletarias, que podrían llevar a cavo la "revolución concreta".  Ya que las nuevas formas de violencia que aparezcan, deben centrarse en aspectos muy concretos, en parcelas de la realidad política y pretender no un cambio total del status quo, de las relaciones de poder (relaciones de fuerzas productivas e institucionales) sino  la transformación en la articulación de elementos de dominación, en nuevas formas de in-sumisión burocrática y nuevas formas de "contrato social" (de relacionarse entre sí), ya que, en tanto que el contrato social, ya implica nuevas formas de contractuar con un sistema de Justicia, que hoy esta siendo reducido y prescribido por tasas judiciales y "el miedo de indefensión"  que en las capas materialmente más bajas y menos formadas de la sociedad produce. El modo de proceder esta vinculado con viejas formas políticas en Grecia y Roma que debemos contextualizar...

(...)