sábado, 30 de abril de 2016

La escritura aromática de la señora Fisher




Hay libros que no solo ocupan un momento en la vida, como los que ocupan un insignificante espacio en los anaqueles de una biblioteca adolescente, sino que abarcan una vida entera; valen una memoria opulenta, pues palían y cubren aquel fugaz pero intenso desamparo de los niños cuando descubren el mundo. Un momento, tengo que reconocer, que he visto en muy pocas personas de mi entorno, de mi insulsa e inodora generación, y que denota una cierta inocencia e ingenuidad perennes que solo conservan los niños que viven en un mundo de adultos sin revelar. Algunos libros simplemente consumen un tiempo limitado y ceñido en lo inmediato, adheridos a la piel de lo pasajero. Otros, consumen el tiempo en cada instante; ese es el caso de Un alfabeto para gourmets (1949), un libro de MFK Fisher (1908-1992), una mujer de rostro diáfano y abierto a la vida, sonrisa picarona y cascabelera, mirada exuberante y cejas inverosímiles; una de esas mujeres con la que ningún hombre dudaría ni un segundo en casarse; al menos, pasar una dilatada y golosa velada. Sólo un necio pasaría por alto que su inteligencia, garbeo del alma, es un atributo de la belleza, y esta, un atributo de su tintineante inteligencia. Ese indivisible binomio que afecta a la señora Fisher, de inocencia arrugada, hizo que mantuviera, con la experiencia que da la decantación inflexible del tiempo, los pequeños trucos de la vida y los trasladara a su escritura: la astucia, la alegría, el erotismo y la moralidad. Esa rutilante escritora, de prosa aromática y sabrosa, sintética y antiretórica nos enseñó que el comer es algo más que metabolismo, es algo más que necesidad biológica de apaciguar el hambre o la necesidad moral de alimentar al hambriento. Nos enseñó, que el gusto y el placer por la comida es un asunto tan humano y apremiante como la libertad, tan enraizado en la memoria como en el tiempo, y del mismo rango que el amor; las veces, la misma e indisoluble cosa. Ya que en la cocina, como en la mesa, se juntan las cuatro o cinco cosas que realmente le son importantes al hombre: alimento, seguridad, libertad, memoria, amor... Fisher es de aquellas escritoras que, como damas hijas de su tiempo, escribe para comer; no como aquellos, belles-lettres, que (no) comen para escribir. Una singularidad doméstica que acuña un estilo tanto ético como estético. En cada párrafo gastronómico se percibe y se captura el instante de felicidad, como cuando la poesía atrapa y suspende, paraliza, un instante del tiempo, húmedo y redondo, como las gotas de lluvia suspendidas en el cielo. El placer en cada bocado, futura evocación literaria, y el considerar la palabra como el plato transversal de cualquier menú fue, seguramente, lo que le permitió hacer comidas y cenas insuperables, cuyo placer solo era comprensible si lo acuñaba en la escritura y lo transmitía a sus lectores. 


MFK Fisher, escribió solo para su público, algo típico de la prosa horneada en los periódicos y que tendremos que agradecerle eternamente. No pretendía convencer a nadie, apropiarse del ego y la razón,  pues el diálogo era meramente entre amigos, alejado de los plumajes dorados de la teoría; una especulación que no se permite en una mesa sin enemigos. Es de esas deliciosas y tiernas escrituras que no saca conclusiones ni parte de axiomas especulativos, sino del fruto más nítido y puro de la experiencia de lo vivido, su recuerdo y su recreación en esta cicatera tierra. Un libro que no va escrito en contra de nadie, ni a favor de nadie, que no pide ni permiso ni perdón; aquel perdón por la inexorable melancolía del adulto que sustenta y tiñe la prosa de tantos memorialistas (Gaziel). Ni posee la intención de ensayar las múltiples formas de la venganza que el tiempo concede en su ininterrumpido paso, o en el otro extremo, la vergüenza de la justificación por escribir sobre lo que se escribe y desde dónde se escribe: desde la memoria y la mesa. En la mesa caben todas las pequeñas preguntas cotidianas que hormiguean y nos inquietan tanto como sus mayores: quién se sienta en la mesa, qué comen, cómo lo comen... Su alfabeto, su maravilloso libro, es una reconstrucción de la memoria viva; uno de esos libros de memorias escritos sobre la base de lo que bebimos y de lo que comimos, que es lo mismo que la vida, y de la palabra redentora de la melancolía que se desprende de todo ello como una costra. Cada párrafo deja el rastro indeleble de una mujer que amó y fue amada, una mujer que lejos de la glotonería moral de los adscritos a "vivimos para comer" y la pragmática insipidez de, quizá porque no les quede más remedio, "comemos para vivir", comió para luego escribir, y escribió, para luego vivir (también en la memoria). 


 Sus escritos tan solo  hablan de la felicidad y de la vida, en su sencillez y austeridad más absolutas y descarnadas, de los efímeros pero intensos instantes de felicidad que por si mismos condensan una vida y  hacen que merezca la pena vivir, con entusiasmo y júbilo, y  a su vez, construyen, aunque sólo sea en un cruce de la ilusión, la fabulosa seguridad del sentido. Hacer coincidir vida y sentido en un simulacro escrito, es una de sus mayores grandezas. Supo estar y comer sola, supo comprender la necesidad de la soledad tanto en la comida como en la escritura, dos artificios intensos para ordenar el desorden del mundo que nos rodea. Para distanciarse de su inmediatez y suspenderse en la raíces morales y estéticas que sostiene la existencia humana asignada al placer intenso de vivir en la vida recordada, recobrada y reencontrada. Relacionó la palabra escrita con el placer, el placer sensual de comer, relacionó el solomillo y la pluma como si formaran parte de una misma y absoluta cosa. Expresar y plasmar en la escritura la esencia del gusto y el sabor de la comida, como único modo de comunicar la sensación subjetiva, le permitió traducir el flujo inflexible, las veces cruel y brutal, de la vida, en dulces tostadas con leche, golosinas para el cuerpo y el alma como gumbo de ostras, galletas saladas con mantequilla, sopa Borsht, caviar campesino, calabacines poulette o sabrosos pastelillos de arenque.

Todo escritor es cuestionado por lo que escribe, el cómo lo escribe y el para qué lo escribe. Fisher contestó siempre a esa clase de preguntas, - ¿Por qué escribes sobre el hambre, la comida, sobre comer y beber? ¿Por qué no escribes sobre la lucha por el poder, la guerra y la seguridad, el amor, como hacen los demás? - con la sencillez y rotundidad que caracteriza a los desacomplejados, los que no se dan importancia a si mismos, a los grandes. Algo que ella se tomaba como una acusación y un reproche, como si escribiera sobre algo vulgar, como si fuera desleal al honor de su oficio, lo convertía en la excusa perfecta para justificarse con tanta audacia que parecía que no lo hiciera. Teniendo en cuanta que es una escritura de la levedad, de la profundidad de lo superficial (que no lo light), contraria a hundirse y perderse en trascendencias oscuras y pantanosas, para ella el fracaso de la escritura, ese hurgar en la obra de arte sin hallazgo alguno, no será por la inefabilidad del arte, sino por la claudicación humana del tiempo. Nada indecible existe siempre que se afronte la escritura con un humilde acarreo de materiales, como sucede con el hecho y la observación empírica. La respuesta a los reproches es por lo tanto, llana y sencilla, ella, como la mayoría de los hombres, tiene hambre. Y esa actividad, alimentarse, tan propia y común, está tan mezclada, combinada y enlazada, con el amor, la libertad y la seguridad que resulta imposible pensar en una dejando de lado las demás; de tal modo que escribir sobre el hambre es escribir sobre el amor, el hambre de amor, la calidez, la necesidad y ansia que esta nos despierta... del hambre satisfecha y su plenitud en el tiempo. Dice para terminar: "Hablo de mí misma, del pan que comía en la ladera de una montaña, del vino tinto que bebía en una estancia hoy hecha añicos, y sin querer también hablo de los que estuvieron conmigo entonces, así como de sus profundas necesidades de amor y de felicidad [...] Cuando se parte el pan y se toma el vino no solo se produce una comunión entre los cuerpos". Una vida, una escritura y una memoria, en su forma única y verdadera. 

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Cortesías; Writer With a Bit.  




viernes, 22 de abril de 2016

Pablito clavó un "pablito"




Burbujea la polémica tras el hormigueo de periodistas que atendieron, mejor, desatendieron, las palabras de Pablito & Company, mientras el susodicho se psicoanalizaba en público, y psicoanalizaba de paso a todos los demás. Como siempre sucede con estas cosas de la mediocridad: cuando un estúpido da consejos a otro, realmente está hablando, encubierto, de  sí mismo; cuando se psicoanaliza, abriéndose en canal, está descuartizando a los demás; pura carnicería psicológica. Los periodistas, además, abandonaban la sala como señal de protesta a los agravios con nombre propio que el merluzo magenta lanzó contra los medios, cuando son los que deben dejar las protestas gremiales y demás caricias y lametones corporativos para el sindicato, y hacer su trabajo: poner ante el espejo a la realidad y sus personajes para que se derrumben ante la sordidez y mentira de su propio reflejo. Al margen de la desazón que me produce la apropiación de la "reivindicación" en la pluma de los periodistas, hay dos asuntos que me llaman la atención. En primer lugar, esa impura autoasignación de la condición de académico, o peor, de justificar sus gilipolleces, por el innoble contexto académico de cítricos cimientos. Quizá sea porque los imposibles metafísicos son ahora físicamente posibles, esos chicos mediocres, viva representación tanto de los delfines académicos y de la turba estudiantil ( no llego a comprender, cómo estudiantes, ¡mi generación!, pueden transfigurarse en corderitos de rebaño, pastoreados de tal descarado modo, por gente que, a ojos de cualquier humano alfabetizado con algún que otro libro en la biblioteca, no merecen ningún respeto intelectual ), son considerados por todos sus afines, como mentes brillantes y talentosas. Al margen de las limitaciones que su propia disciplina artificiosa, la ciencia política, que tantas consideraciones críticas y sutilezas ha merecido por los filósofos (Arendt o Strauss, sin ir más lejos...), su talento y su esfuerzo, digamos intelectual, son más que insuficientes y deficientes. Sus lecturas, inseguras o sospechosas; sus escritos, desde todo punto semántico y sintáctico insostenibles, para críos; y su estética, previsible, popular, y vulgar. Su único mérito, y no es poco, es meramente político, no intelectual; consiguieron abrir en la micro física del poder, una brecha donde es posible introducir discursos críticos y caminos de comprensión en paredes grises y arrugadas como la piel de un elefante, que antes protegían las esencias, los orígenes, de la leyenda y el relato nacional de la Transición. Ese logro de física y fuerza, es una cuestión de bulto y de ruido, pero no de letra o tejido neuronal. En segundo lugar, esa repetida y sobada crítica a los medios, también me ha llamado la atención, viniendo de un producto ontológicamente televisivo.     

Pablito dirige su temblorosa crítica a lo que podríamos denominar como la polarización de los medios en trincheras ideológicas, o las dos españas del periodismo. Bien está. Pero quizá sea una crítica demasiado general y superficial, impropia de un académico. Quizá el rodaballo magenta quiso decir, sin talento ni virtud, lo de Cómo llegué a ser editor de un periódico agrícola, el ensordecedor cuento de Twain; y el pobre, académico pero limitado, corto, casi sin aliento para deslizar un leve sonido gutural, arrastrando las palabras; quizá simplemente no podía, no sabía, y finalmente dijo lo que dijo, sin más. Suerte de nosotros, que le queremos tanto, y podemos dejar un fragmento de lo que quiso decir junto a Twain:

<< [...] -¿Decirle a usted, pedazo de mazorca, calabaza, hijo de una coliflor? Es la primera vez que escucho tan desconsiderados reproches. Lo que les diré es que llevo en el negocio editorial catorce años, y es la primera vez que escucho que se tenga que saber de algo para editar un periódico. ¡Pedazo de nabo! ¿Quién escribe la crítica teatral en los diarios de segunda categoría? Pues un hatajo de zapateros y mancebos de botica promocionados, que saben tanto de tablas como yo de agricultura, y poco más. ¿Quién hace la reseña de los libros? gente que nunca ha escrito uno. ¿Quién elabora esos tostones sobre finanzas? Tipos que han desaprovechado cualquier oportunidad de aprender algo sobre el tema. ¿Quién hace las críticas de las campañas contra los indios? Caballeros que nunca han oído un grito de guerra, ni han visto un wigwam, ni han corrido nunca delante de un tomahawk, ni han arrancado flechas de varios miembros de sus familias para encender las fogatas de acampada. ¿Quién escribe esos llamamientos a la templanza, quién clama contra los ponches y combinados? Individuos que solo estarán sobrios cuando bajen a la tumba. Y dígame, boniato, ¿quién edita los periódicos agrícolas? Hombres que, por regla general, fracasan como poetas, como escritores de novelas de misterio o de dramas tremendistas, como reporteros urbanos, y que finalmente se refugian en la agricultura, en compás de espera, antes de entrar en el asilo para pobres. ¡ Y quiere usted enseñarme el negocio periodístico! ¡A mi! Señor, yo he ido desde Alfa hasta Omaha, y puedo decirle que cuanto menos sabe un hombre, y cuanto más alboroto levanta, mayor es el sueldo que cobra. Bien sabe Dios que, si en vez de ser un hombre cultivado hubiese sido un ignorante, y si en vez de desconfiado hubiese sido un imprudente, habría podido forjarme una gran reputación en este mundo frío y egoísta. Me voy, señor. [...] >>

O quizá, el irónico y fino Pablito, se refería, en la metáfora política compartida, al mundo académico...



domingo, 17 de abril de 2016

El periodismo en Tennessee


Querido director;

Como bien sabrás, tú, antaño intrépido reportero de provincias y ahora capitán del navío general de la información nacional, el periodismo es un sistema de eufemismos, una máquina de distorsión y extorsión de la realidad, un instrumento de hipertrofia o aparato de hiperbolización de lo real, al servicio de la economía y su imperativo de "maximización del beneficio", sea del tipo que sea, y a las demandas y caprichos del poder político; ya conoces esos salones de la alta sociedad, donde encuentras siempre tan grato y cálido refugio. Recuerdo que ambos, cuando empezábamos, sabíamos que la carne no puede comerse cruda, que necesitaba de ese fuego lento eufemístico para cocinarse y hacerse comestible y digerible; y que toda empresa ideológica implica un correlato sombrío, o no, económico. Sabíamos que el periodista goza de total impunidad para mentir, inventar, o exagerar lo que sea, lo aprendimos, entonces, del viejo e irónico Twain, el cuentista que nos parecía el más lúcido y el de la prosa más sintética y ligera; sobre todo, nos parecía divertidísimo, nos  reíamos a carcajadas de sus sátiras y bárbaras representaciones de la realidad periodística. Ahora, ese juego literario que tanto tiempo ocioso nos ocupó, es una innegable y dura realidad cotidiana. Recuerda el cuento, recuerda la primera versión del novato haciendo un resumen de prensa, y la segunda, la del redactor jefe, tras explicarle cómo hacerlo. 

La del novato sonaba así:    


<< Revista de prensa de Tennessee

Los editores del Semi-Weekly Earthquake se encuentran evidentemente en un error con respecto al ferrocarril de Ballyhack. No es propósito de la compañía dejar de lado a Buzzardville. Por el contrario, consideran esta población como uno de los puntos más importantes de la línea ferroviaria, y por consiguiente no pueden tener el menor deseo de soslayarlo. Los señores del Earthquake se mostrarán, sin duda, muy complacidos de proceder a la rectificación oportuna.
El caballero John W. Blossom, el competente director del Thunderbolt an Battle cry of Freedom de Higginsville, llegó ayer a nuestra ciudad. Se aloja en la pensión van Buren. 
Observamos que nuestro colega de Morning Howl de Mud Springs ha caído en el error de suponer que la elección de Van Werter no es todavía un hecho consumado, pero no cabe duda de que descubrirá su equivocación antes de que estas líneas lleguen a su conocimiento. Indudablemente, se habrá guiado por escrutinios incompletos. 
Nos complace señalar que la ciudad de Blathersville ha entablado negociaciones con unos señores de Nueva York para pavimentar sus prácticamente intransitables calles utilizando el pavimento Nicholson. El Daily Hurrah urge encarecidamente que la adopción de tal medida y parece mostrarse confiado en que se llevará felizmente a cabo. >>

Y la versión picante y en su supuesto punto, según el redactor jefe...

<< Revista de prensa de Tennessee

Los inveterados envusteros del Semi-Weekly Earthquake están sin duda tratando de arrojar sobre gentes nobles y caballerosas otra de sus viles y brutales falsedades con respecto a la más gloriosa iniciativa del siglo diecinueve: el ferrocarril de Ballyhack. Ha germinado en sus repugnantes cerebros, o mejor dicho, en lo que ellos tienen en el lugar del cerebro, la idea de que Buzzardville iba a ser dada de lado. Harían mejor en tragarse esa mentira, si quieren que su inservible pellejo de reptil se libre de la somanta de palos que tanto merecen. 
Ese asno de Blossom, del Thunderbolt and Battle Cry of Freedom de Higginsville, ya está otra vez aquí, comiendo de gorra en el Van Buren. 
Observamos que el infeliz pelagatos de Morning Howl de Mud Springs nos endilga, con su habitual propensión a la mentira, la noticia de que Van Werter no ha sido elegido. La muy elevada visión del periodismo es difundir la verdad; erradicar el error; educar, refinar y elevar el tono de la moral y las costumbres públicas haciendo a los hombres más amables, más virtuosos, más caritativos, y, en todos los sentidos, mejores, más santos y más felices; y aun así, ese canalla de corazón ennegrecido degrada persistentemente su honorable profesión difundiendo la falsedad, la calumnia, el vituperio y la vulgaridad. 
Blathersville quiere un pavimento Nicholson... Lo que quiere es una cárcel y otro asilo para pobres. ¡Valiente idea pavimentar un pueblucho con dos tabernas de mala muerte, una herrería y ese emplasto amarillento de periódico que es el Daily Hurra! Ese insecto rastrero de Buckner, el editor del Hurra, rebuzna sobre este asunto con su acostumbrada imbecilidad, figurándose que habla con algún sentido. >>

No veo en tu periódico ninguna intención de esclarecer, aunque sólo fuese teóricamente, en vuestras columnas siquiera, esa frontera infranqueable entre la realidad y la ficción, la escritura de los hechos, de observación, y la escritura de imaginación y promiscuidad literaria. No veo voluntad alguna de discernir lo esencial del añadido decorativo, lo ensayístico de lo literario, lo contingente de la búsqueda de sentido, la tarea del crítico de la del público o lector, la información de la propaganda, no os veo, prácticamente puestos en nada. Dirás, que la objetividad no existe, que toda selección es una opinión, que toda descripción es prescripción, que la gente tiene derecho a decir lo que quiera, que los anunciantes mandan, y que siempre ha sido así. Pero, sinceramente, me suena a excusa y a tedio; la pereza y la cobardía que te produce, os produce, pensar o reflexionar, pesa más que vuestro deber, eso es lo que veo.  

Seguiré otro día, esta carta nostálgica se me está haciendo demasiado larga; pero recuerda que para nosotros, los otros, siempre fueron aquello que le dice, en el cuento, el redactor jefe del Avalanche de Memphis a un corresponsal que le calificó de radical: "Desde que empezó a escribir la primera palabra, y luego las siguientes, poniendo los puntos sobre la íes y la rayita de las tres, hasta el mismo punto final, sabía perfectamente que estaba elaborando una frase saturada de infamias y rezumante de falsedades". Esos son los demás periodistas también hoy, no somos nosotros, ¿verdad?

Recuerdos, de un viejo amigo.






sábado, 16 de abril de 2016

Quo vadis ?


(Raúl Arias) 

Un día en funciones, pensé. Pero no, mi vida está en funciones como el gobierno. Así decido pasar estos días, descansando, haciendo ver que hago algo; estar ahí, firme y erguido, que ya es suficiente. Otros se agachan y extienden las manos entre lágrimas, se arrastran como larvas o tiernos y viscosos gusanos perforando húmedos y estrechos túneles en la arena laboral clientelar, para luego hacernos creer que son frescas y libres mariposas. Los más, directamente esperan con el culo en pompa la gloria de la vida, una gracia fortuita y divina; pensándose héroes, sienten un cierto placer de sodomía y esclavitud, ¡qué gente tan extraña! les gusta lo más raro y lo ven normal...

Día en funciones, a pleno sol, comiendo lo suficiente, bebiendo en exceso y paseando lo permitido. Mientras estoy en La Ciudadela, entre trabajadores, asalariados, teñidos en cobre por el sol y curtidos por el duro trabajo,y mientras exorcizan su diferido esfuerzo con comentarios masculinos sobre mujeres, coches y salarios de toda plusvalía y explotación, y entre burguesitos de chichinavo,  como con L una inverosímil, pero vulgar, paella valenciana. Han metido de todo, las sobras quizás, pero extraordinariamente, queda bien, sin más; ambos le damos el visto bueno. Luego me traen un atún en su perfecto punto, la parrilla se hizo para ese atún pardo y salvaje, jugoso por dentro y crujiente por fuera, marcado a latigazos de fuego de por vida, y bañado en salsa de soja, excesivo tal vez; descalabros de la creación artística donde no hay arte. Pasa el rato, hablando gratamente con L, y llega lo de verdad: unos serios bombones de coco bañados en polvos suaves de chocolate, una inversión del orden lógico de las cosas, que al menos engaña al paladar satisfaciendo sus necesidades. A todo eso, un Verdejo, espumoso y con aguja, nos dijo el cubano y simpático camarero, envolvía, dulce y ácido a la vez, burbujeante él, todos los tragos densos de los platos principales; era fresco y cristalino, grato y agradecido, pero sin dejar huella alguna en la memoria. Llega, tras un café solo, negro, profundo, breve y acompañado de un caro y costoso pitillo - la experiencia se acumula en el estómago esperando un claro y ácido digestivo que lo empuje todo, incluso a uno mismo, a una sana y etérea tierra de nadie - y un rápido trago en forma de alcohol y hierbas líquidas, se agradece todo lo verde de la comida, el final de la comida. En el paseo ya puedo empezar a recordar. Entro otra vez en el mundo real protegido por cierta burbuja otorgada por el don de la ebriedad y la amistad; que no siempre van de la mano. Es demasiado pronto para preguntarse quién es uno y a dónde va, así que me vienen a la cabeza, acumulándose los materiales como en un delta, los asuntos, los papeles y los trámites, de la semana:

1. ( Sólo L, logra paliar este tedio, ese maldito zumbido nacionalista) El papelucho Koiné da vueltas en mi cabeza, no me abandona, gira y revolotea en ella sin parar como un niño revolviendo el viejo baúl de los juguetes; forma parte de mi vida cotidiana e íntima sin que tampoco me lo termine de creer del todo. Después de beber y comer copiosamente, todo adquiere una textura de nube de azúcar y un ritmo casi acuático; pienso entonces que no es del todo serio; si lo fuera, el hombre sería un hombre sórdidamente cómico y ridículo, como dice el viejo y grueso Chesterton. Ni siquiera la disputa en forma de efímera y chabacana provocación, que esos viejos reaccionarios de la burguesía catalana pretendían introducir en el erial mediático, llega al nivel de la querella, en el Diari Català de 1881, ya, algo apolillada, entre Valentí Almirall y su catalanismo racialista, y Pi i Margall y su federalismo "pactista", como él mismo lo definía. Seguramente Gaziel, el escritor manqué, no hubiera permitido que esa decadencia se filtrara, como se filtra la carcoma en los muebles exuberantes y olvidados, o la humedad en las bigas de las casas antiguas, en su querida Vanguardia española; el eterno intelectual orgánico de Cataluña.

2. (Paseando por la Ciudadela) Leo una entrada en lo de Arcadi (él también suele estar en funciones), y coincido exactamente en su descripción y sus adjetivos, aunque disiento de su juicio de valor, pues el mío se diría que es inversamente proporcional al suyo, en su énfasis, en su importancia, en su forma, en su penetración, en todo. Yo también veo a Pdr Snchz con el abrigo de un asesino; lo veo además "no siendo lo que son, sino lo que creen creer que son de lo que les han hecho ser por lo que les dicen que son". En cualquier caso, la culpa no es sólo de la superioridad moral de las "izquierdas", como dicen algunos; sino de la arrogancia y la soberbia de la derecha, de todas las "derechas".  

3. (En casa, ya de tarde, alienado con los aparatos, despejo las nubes de la bebida) Oigo por la radio al ministro de cultura y educación, de nuestra industria cultural, y dice el paniaguado, que la educación en la actualidad es cosa también de los padres, que las escuelas deben integrar, como si de un cuerpo de ayudantes docentes se tratara, a los insoportables papás y a las cursis y sentidas mamás en las escuelas. Papás y profesores agarrados de las manitas, paseando por verdes prados y diáfanos cielos azules, para educar a sus irrepetibles y excepcionales hijos. De paso, el aristócrata ministro, sostiene que los retos de la educación han cambiado, pues hoy, un niño con la dichosa tableta, sabe más y más rápido que el profesor, de modo, que las técnicas educativas, pedagógicas y tecnológicas deben cambiar. Su abierta y ofensiva ignorancia, su despreciable y redonda arrogancia, junto a la indecible impunidad y desparpajo goyesco con que el habla, demuestran una vez más, que la pregunta clásica por el buen gobierno y la buena gobernanza, no son ni fantasías de los clásicos ni eludibles preguntas que la flatulenta posmodernidad activista pueda esquivar y tomarse como excusa para sus juegos pirotécnicos. Recuerdo un breve y reciente artículo donde impera el sentido común y la capacidad analítica, de entre los muchos, que Jorge Sánchez, escribió y colgó en las paredes de su cuaderno digital, Bajo la lluvia: El "negocio" educativo, se llama la criatura. Una síntesis perfecta del problema que conecta, encaja como sólo encajan los enamorados, con la tesis central de Borriquitos con chándal; el ensayito delicado e incisivo de Ferlosio: lejos de ser lo público lo que se introduce en lo privado, invadiéndolo; son las manías domésticas y decorativas de lo privado, las que penetran y arrasan con lo público. La publicidad (consumo; o "la fabricación de consumidores" que diría Ferlosio), el mercado (producción), los intereses particulares (laborales) arrasan con el carácter despersonalizado, indiferente, "objetivo", común, instructivo, formativo ( en conocimientos), y desterritorializado, de lo público en lo educativo. Donde la lógica del interés privado, sea del capital o de las familias, o del dirigismo gubernamental, no tienen, no deben tener, fuerza alguna. Esa brecha abierta, en definitiva, lejos de evitar la desprotección de los hijos y su ignorancia, consigue precisamente lo contrario: borriquitos con chándal; nos hemos dado un tiro en el pie. La vida pública es la invadida y agredida, y la vida privada, la invasora y agresora. La privatización de la escuela es doble: una cuestión doméstica y de mercado. 

4. (Frente al mar, junto a L) Pienso en el artículo de Zizek en El Mundo, ¿Por qué el perro se lame los testículos?, y exactamente, veo que sólo sobresale y destaca en lo que más y mejor soporto de él y su escritura, sus chistes y su ateísmo, sea político, estético, ético o teológico, paradójicamente. Las vedettes del cabaret académico, expertas en aparentar no romper huevos para hacer tortillas, se matan por escribir en los periódicos, aunque los escriban, como en la UB, con los pies y las partes pudendas. El caso de Zizek es distinto, éste, es un texto más, y se nota: su único talento es el chiste de rotativo, de ensayito a vuelo corto, de vuelo bajo, en este caso, un chiste a tres columnas. Lo único que podemos destacar es el nuevo nombre que da a la dialéctica del reconocimiento o dialéctica del amo y el esclavo; la cosa va de huevos, lametazos y perros; justo el poder. Lo ve como nadie en sus ensayos, aunque lo escriba como cualquiera en sus artículos. Aunque apunte en buenas direcciones, no conoce los caprichos del papel pulpa, ni sus exigencias ni necesidades; cuando cobra tanto por ello, sin saber hacerlo, es uno más, en el doble sentido, moral y físico. Si no se escribe con la misma brutalidad y acidez con que impacta la realidad y choca contra nuestra experiencia, si no se consigue golpear en la boca del lector, agarrarle del pelo y arrastrarlo por el suelo, los chistes y las tibias ironías terminarán por envolver el bocadillo de sardinas que acompaña al niño durante el recreo. No se puede vivir siempre de la "marca" `publicitaria, y si es académica e internacionalmente conocida, peor. Lo único salvable de un artículo que huele a ceniza fría, y aire ya respirado por otros, es la concreción metafórica de su título, nada más.  

5. ( En el bus de vuelta a casa veo a un anciano leyendo "El Periódico", y recuerdo...) Hace poco vi con el sobresalto que me provocan las estupideces y degradaciones socio-culturales mediáticas, las "Cartas al lector, entre-todos" del mismo diario del anciano, El Periódico; inevitablemente pensé en Benjamin, que ya cuestionaba las cartas al director. Bajo la apariencia del debate ciudadano y el mercado de ideas, se oculta, como se oculta bajo la venda una falsa herida, la supresión del límite y la frontera entre autor y público, entre trabajo y ocio, entre crítica y productor, que tan bien hace al capital. La escritura se sindicaliza y reina en ella el Victimato, la justicia poética del Tertuliano, campan a sus anchas las charcas de sentido, sus universos trágicos de reivindicación, activismo, resentimiento, revancha y cooperación laboral; se borra la huella de la instrucción y la formación del trabajo intelectual, y se reduce a su física necesidad, a su inmediatez y desnudez esencial. Los anónimos, sin firma, arden en la impaciencia del que se siente excluido y se cree sujeto del derecho de tomar la palabra para defender sus intereses, se apropia de la autoría, en esa fétida hiperdemocratización para cáscaras de hombre que denunciaba Ortega, y su "trabajo", su "causa", toman la palabra, asaltan la escritura y apresan la prosa. Degenerando, como está hoy, la prensa burguesa hasta límites de frivolidad y superficialidad inaguantables. 











lunes, 11 de abril de 2016

Un apéndice para mi pequeña xenofobia




Algunas notas dispersas que en el anterior artículo no encontraban su sitio, se quedaron desparramadas sobre la mesa, secas, junto a la ceniza fría de mi extinto cigarrillo. Desde el cajón en el que fueron encerradas posteriormente, en una exagerada soledad y densa oscuridad, ahora piden airearse, tomar siquiera algo de aliento antes incluso de ser escritas; las expongo pues, primitivas, bárbaras ellas:

I) El Manifest Koiné es la expresión textual, en forma de libelo (nada de informe técnico o académico; o quizás sí que es de nuestra academia de barretina y chichinabo...), del mito político que en el SXX, nuestra época técnica y lingüística, se ha convertido en una ingeniería de la despolitización y técnica trófica de la imaginación exuberante, en la que el mito, como sostenía Roland Barthes, es un "habla despolitizada", cuyas imágenes y símbolos, que articula y en los que vive instalada, no son considerados como tales, sino como insobornable realidad (naturaleza). Esta realidad no puede ser criticada o rechazada (negada), sino, aceptada pasivamente como necesaria e inevitable, como un fenómeno meteorológico irreversible; no como un artificio con métodos y planes de expertos y especialistas en técnica política: fabricadores de cáscaras ideológicas, espumas políticas etc. Por lo tanto el nacionalismo lejos de ser, como consideran algunos liberales, una excepción o un anacronismos en la comunidad europea de nuestros tiempos; es un fenómeno cuya naturaleza se adapta perfectamente a la condición técnica de nuestra época; que aún vive de los viejos resortes políticos del SXX. 

II) De los profetas y panfletos providenciales, como el Koiné, dice Gellner: " La imagen que de sí mismo tiene el nacionalismo, y su verdadera naturaleza se relacionan de forma inversa y con una perfección irónica que pocas veces se ha visto, siquiera, en otras ideologías triunfantes. Ésta es la razón por la que creemos que, en términos generales, no podemos aprender demasiado acerca del nacionalismo estudiando sus profetas". Pues bien, yo, como Francisco Caja en La raza catalana, creo justamente lo contrario. Que no hay nada más revelador que la exposición pública de sus textos ante un espejo en el que se refleje intensamente y al aire libre, su mentira y su vileza; exactamente como sucedió con las figuritas de lladró del mandarinato catalán con el papelucho Koiné. De modo tal, que quien siga pensando en la jovialidad y el entusiasmo inocente y festivo de los nacionalistas, será él, el único y verdadero responsable de su negligencia política; no cabe engaño ni moralidad diferida alguna ante la evidencia. La responsabilidad de los individuos que forman parte del incoloro fantasma de la masificación que produce el mito político, no siempre permanece recluida en ese yo social en el que nos proyectamos e instalamos dejándonos llevar por la corriente dominante, para no actuar cuando el acontecimiento es inminente e inmediato, para no pensar genuinamente cuando el pensamiento único nos acecha, clavándonos su amenazadora mirada en el pecho.  

III) El mito político (el nacionalismo) es ucrónico, por lo tanto su refutación racional es imposible, pues, en el fondo el mito coincide con el deseo colectivo personificado en el narcisismo de las diferencia. Idéntico a las convicciones de un grupo que se cree "único" y "excepcional"; y constituye la expresión de esos deseos y convicciones en un lenguaje beligerante, hostil y de movimiento continuo, de acción colectiva y permanente, de un solo cuerpo sin más oposición que la "fobia al exterior", en un plano ficcional de alteración temporal, en definitiva, de atemporalidad, en el que los análisis históricos y críticas políticas se desactivan e inutilizan a priori. Convirtiendo al otro, en enemigo de la realidad. Crea así, un universo de sentido en que cualquier dialéctica política (en el sentido político más amplio y e el sentido filosófico más estricto) que ataque el marco en el que se construye y habita el nacionalismo, más sólidamente lo incrusta en la mente de los conservadores incondicionales como en la de los progresistas moderados, afectados ambos por la falta de responsabilidad y espacio político. La negación de un marco, activa ese marco, reafirmandolo proporcionalmente a la fuerza e intensidad del ataque. Apoyes o ataques al nacionalismo en su universo de sentido o fuera de él, lo estás ayudando y consolidando.  

IV) Que el núcleo doctrinal del catalanismo es la doctrina de la raza, que el nacionalismo es una especie de racialismo; lo vemos en Taguieff, en forma de cita en el libro de Francisco Caja:  

<<  a) el desplazamiento de la raza hacia la cultura, y la sustitución correlativa de la pureza racial por la identidad cultural "auténtica"; 
b) el desplazamiento de la desigualdad hacia la diferencia: el desprecio dispensado a los inferiores tiende así a dejar el sitio a la obsesión por el contacto con los otros y, más profundamente, a la fobia  de la mezcla; 
c) el recurso a enunciados heterófilos (derecho a la diferencia etc.) más que a enunciados heterófobos. >>

V) Un artículo en La Vanguardia (una Vanguardia que cada día pretende, inútilmente y con una dosis de cinismo y oportunismo incalificables e inasumibles, imitar y parecerse a la de Gaziel. Al menos en cuanto a una escritura, una melancólica y sudorosa prosa, que carga con algo perdido, irrecuperable, pero que siempre esta presente en la burguesía catalana como una aspiración ilusoria y entusiasta de realización plena: una Cataluña, en fin.) de Gregorío Morán nos revela la verdad sin tapujos ni trampantojos sobre el neofascismo lingüístico


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Bulerías para cinéfilos





viernes, 8 de abril de 2016

Mi pequeña; mi liberada xenofobia


( Raúl Arias. Una zona de recreo

<<1. La urgència d’una presa de consciència del problema social que constitueix per a la societat catalana el desballestament lingüístic creat per la dominació espanyola, una consciència que ara manca en la majoria dels ciutadans i en molts dirigents polítics. Cal que tothom entengui que un dels grans problemes d’estat de la nova república, potser el més important, serà el problema lingüístic, perquè afecta la base mateixa de la cohesió social.>>  (Manifest koiné)

Sólo para estómagos fuertes, Manifest Koiné: un ejemplo textual -cuando lo ponen fácil, hincarle el diente es irresistible - del difuminado carácter étnico y racial de la doctrina nacionalista. Las tesis que sostiene el panfleto propagandístico son simples y falsas, reducciones históricas manipuladas por la ideología normativa de la lengua. El catalán no es la lengua de Cataluña, sino que ambas, el catalán y el castellano, lo son. El catalán no se ha desplazado, al menos a causa del Estado, de los ámbitos de uso lingüístico general, pues su uso, está normalizado y garantizado a nivel institucional, en las escuelas y las sucursales burocráticas; y en cualquier otro tentáculo estatal, el catalán es la lengua oficial, oficiosa, y ordinaria. No existe tal marginación ni tal peligro en lo institucional ni en lo social. Sólo un cambio de usos sociales, libres y sin dirigismos políticos o tutelajes pedagógicos culturales, puede variar el proceso de consolidación de la lengua; un destino, sea cual sea, que ni el poder político, ni ningún otro, deben determinar. En el libelo nacionalista las ideas se mueven por un espacio inventado, un lugar ficcional tanto en el mórbido presente como en el incierto e imperceptible futuro que nos depara. Ni la dominación  española del régimen del 78, como extensión del franquismo, que ellos aducen, ni la república catalana, inevitable Ítaca de todo delirio y perdición política, existe hoy; ni sería deseable que existiera, por cuestiones higiénicas. Tampoco existe ningún proceso, mal que les pese, de dominación política lingüística españolista (horrible palabro que adulteramente utilizan), esa colonización del idioma ¡inmigrante! ( considerar inmigrantes a los riojanos, andaluces, extremeños, castellanos... Me parece una de las mayores vilezas de su ignorancia y su flatulenta aristocracia racial), escondida y oculta en el bilingüismo como aparato ideológico. Ni su plasmación administrativa, en funciones, supone una subordinación y sumisión del catalán hacia el castellano. Sino que coexisten con normalidad civil y orden social, y en ocasiones, con conflictos generados ideológicamente, fomentados por un gobierno que lanza a unos ciudadanos contra otros en función de sus orígenes y pertenencia. No sólo los lanza unos contra otros, sino que los organiza para presionar a los tribunales y la ley. Al margen, claro, de la reflexión que la maquinaria y los aparatos institucionales y cuerpos legales nos merezcan, lo que esta claro es que en un gobierno "liberal" el fomento de la hostilidad civil contra las instituciones es una contradicción insalvable e inasumible. Así, la imposición jurídico-política del castellano orquestada por el Estado español, es una ficción más, un intento desesperado y pornográfico de construir un enemigo externo irreal, una brecha onírica entre el acomplejado y autosatisfecho "nosotros" y el sórdido y perverso "vosotros". Una de las múltiples estrategias sutiles de la beligerancia irredenta e inútil del narcisismo de las diferencias que los distintos grupos sociales del nacionalismo intentan imponer por frustración, al ver que ni su propio gobierno es capaz de soportar su cinismo cuando se enfrenta cara a cara contra su expuesta mentira. Ese maravilloso momento de revelación que conlleva la descomposición de las mentiras ante su propia imagen, nos lo ha hecho ver la incapacidad de ruptura de un gobierno secesionista con la ley española. ¡Y qué grata sorpresa! ver que los mossos, aunque involuntariamente, sirven para algo más que para obedecer y cumplir con el que paga.  

Ese arrinconamiento y esa degradación cualitativa de la lengua que se deriva de los exabruptos y sonidos guturales del libelo, en modo alguno pertenecen al resultado de acciones políticas reales de ningún gobierno español o alguno falsamente catalán. De existir, la degradación y el arrinconamiento, cosa que niego, serían producto de la decantación indeleble del paso del tiempo y la decisión y elección de los individuos, usuarios dicen, ¡bah!, sobre la lengua. Los hablantes serían sus únicos y legítimos jueces, a los que ninguna voluntad política, y menos aun religiosa como el nacionalismo, debe quebrar o torcer en su juicio y elección. Sustituida la etnia y la raza por la lengua catalana, de mismas y exactas funciones políticas que el Mito: la autenticidad, el reconocimiento del sentido y la justicia poética, que no real; parece, digo, que las observaciones lingüísticas son inofensivas, y cuanto más efusivas e impositivas, más pasionalmente técnicas y menos doctrinales parecen. Nada más lejos. Cuando un tropo sustituye a otro, los efectos se mantienen o se multiplican según el nuevo campo semántico y la nueva gramática política ( anti-política) que abre el trampantojo ideológico. Yo seguiré igual de atento a la lengua y a la viciosa jerga de la pertenencia, o la autenticidad, que a los movimientos de un gobierno nacionalista; pues el mimetismo entre ambos valdrá la pena identificarlo y analizarlo.  

 Esos especialistas en la sustitución, sustituyen el lenguaje por la lengua ideológica y sus preceptos, más normativos que productivos y creativos, por eso, (mal)tratando el lenguaje, creen estar tratando la lengua, y de ahí su confusión y vaguedad; las veces su abierta falsedad y malicia. Recordemos que no existe hoy, en la prensa, ninguna prosa en catalán, exceptuando a Lluís Foix y Valentí Puig,  que pueda considerarse al nivel de la prosa melancólica, la miel ácida, de Gaziel (Agustí Calvet), insigne director de La Vanguardia (entre 1920 y 1936), gran memorialista y dulce dietarista; o siquiera, algún periodista que siga como los discípulos siguen al maestro, el modelo lingüístico que Pla, y la prosa planiana, dejaron a la posteridad a modo de redención de la palabra. Esa decadencia - que por otro lado también se vive con el castellano, si no es que todas las decadencias son una ilusión, no son la excepción, sino la regla - no depende de "enemigos externos", sino de la mediocre condición del  mandarinato.Cat. Uno de los mandarinatos mejor retribuidos, y subvencionados con generosos fondos públicos; pues es sabido que el poder adora, y persigue frenéticamente, a los embellecedores, a los que adornan y decoran un discurso repleto de ruindad y zafiedad. Los que construyen en Cataluña el relato y la narración del poder, son los mismos sujetos verticales que viven de, por y para él; son los mismos "marginados" y "degradados" que se defienden en el panfletucho. Si su calidad literaria, intelectual, y lingüística es baja, no se debe a la falta de motivación teológico-monetaria, pues de dinero, ¡les sobra!; sino que se debe a su mediocre y decadente condición de dóciles y serviciales  intelectuales.Cat prostituidos.    

PD: Quizá sea verdad y uno de los problemas más graves de hoy, y del mañana, sea el lingüístico; o mejor, el del lenguaje en política. Pero no por la falsa cohesión social que se pierde, sino por el torrente y aluvión de mitologías y ficciones (sistema también de eufemismos) que se llegan a construir con la palabra mórbida que los panfletos y los libelos nacionalistas, apoyados por los medios televisivos, son capaces de introducir no sólo en el discurso público, sino en las conciencias individuales, con la forma de un deber religioso. No olvidemos que la lengua es ya la primera industria de Cataluña, una de sus mayores formas de negocio; existe una cantidad ingente de instituciones y de grupos de gente especialistas: lingüistas, filólogos, juristas, profesores y escritores, que se dedican íntegramente a la lengua, a promocionarla, a venderla y a crearla. Todo eso, en su mediocre y degenerada condición, tan ideológicamente determinada.  

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Otras artes y variedades del pueblo; un debate en 8tv; todo queda en casa.
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Un poema de Diarios de la Peste.
 Arcadi Espada


Declaración unilateral.

Mi pequeña
La hora de tu liberación debe llegar
Desde hace trescientos años
sufres de opresión
Dices
En la lengua
En el corazón
En la cartera

Pero solo se trata de una opresión
en el pecho
mi pequeña
Porque aún no has tenido el valor de confesar
la causa única y verdadera de todo esto

Yo también quiero luchar por tu liberación
Mi pequeña xenófoba