martes, 17 de febrero de 2015

La reina de corazones del PSOE



La recién reina  de corazones del "nuevo PSOE", la reinona Pedro Sánchez, hija bastarda de la reina madre "Rubalcabra", se ha tomado muy en serio las consignas (sólo algunas, la de las imputaciones se la trae al pairo; véase Chavez y Griñán aún calentando el escaño) con las que consiguió la secretaria general de su partido, PSOE. Pues decapita a  todos aquellos que incumplen sus nuevos códigos organizativos "o estas con la reinona o contra ella". Díganselo si no a Zapatero, que por adulterio, la Sánchez ya no le dirige el saludo (se negó, con recursos poco sutiles, a darle la mano a ZP) . A nuevo partido, le corresponden nuevas siglas, éstas podrían reducirse a "PE" (partido español) o simplemente a "E" (español), pues ni es socialista ni es obrero (como decía la canción) y algunos ya se preguntan si siquiera es un partido. Ya que todas aquellas estrategias, técnicas, dispositivos y planes que tan bien describió el maquiavélico Gramsci, que debían ejercer, y de hecho ejercen los partidos, se han convertido en imperdonables errores y desajustes de no sé que organización benéfica y local que reivindican los nuevos socialistos (como dicen las malas lenguas). Han retrocedido en sus propósitos y han señalado el horizonte no a lo lejos, en sendas casi inexpugnables (como otros), sino bajo sus narices, a ras de suelo, se han convertido a la ideología de "sor coliflor", una mezcla entre el localismo cerril y tosco de Ada Colau y la sucia pulcritud moralista de las  polvorientas monjas de clausura. 

Los "nuevos socialistos" han asumido con normalidad los cambios "radicales" (superficiales) de su imagen y organización, de la propia cúpula;  parafraseando a A.Guerra, y en este caso no hablando de España sino del "PSOE": "no lo va a conocer ni la madre que lo pario"; y efectivamente así es. Desde el abandono del marxismo primero (González) y la era zapaterista (pensamiento Alicia) después, el socialismo y el obrerismo dieron paso a una socialdemocracia más que marcada y hermandada con la derecha, pues no sólo hacia "manitas" a escondidas con los conservadores (PP) sino que le hacía la cama al nacionalismo más regresivo y reaccionario (cualquier nacionalismo periférico). De aquello surgió la transición de la reina madre "Rubalcabra", que tras una lenta degeneración general del sistema orgánico del partido, la fuga de electores, el travestismo del PSC, y la irrupción de viejas nuevas formas de "la política radical" (los muchachos de Pablemos); han visto necesaria la generación de un héroe apolíneo de corte y tallo americano. Es decir, la joven reina de corazones: Pedro Sánchez. Ese muchacho sonrison de alegre busto, con aires de niño que sabe embutirse los zapatos y atarse el nudo de la corbata al cuello. Un producto de propaganda política, un Ken de los barrios medios que sirva de ensoñación erótica para las viejas glorias (señoronas) del electorado femenino de los "sociatas" (ahora hay que hablar así). Que poco o nada podía conseguir con la buena cara de madurito atractivo, asumiendo así los nuevos tiempos de guillotina, la nueva condición de verdugo orgánico del partido, y decapitando en primer lugar a Tomás Gómez (con Susana Díaz !no hay narices¡ no de dejarla embarazada, de echarla, me refiero). El de Parla, se revolvió con la intensidad de una pescadilla recién pescada, pero sus lamentos duraron lo que dudaron sus apoyos (lo que duran unos caramelos a la puerta de un colegio), que al "segundo" día, el día que se repartían los nuevos puestos (cobrando a man salva), formaron escuadrón al toque de corneta de la nueva reina,  !no vayan a ser ellos los decapitados¡

Así y con todo, las críticas, comentarios, opiniones o prejuicios de los medios de comunicación, de sus editoriales, periodistas a sueldo, colaboradores a banderín (...) han sido de todo tipo. Reivindicando democracia donde no toca, transparencia cuando es innecesario, explicaciones cuando los motivos son claros (próxima imputación, sobre-costes y resultados electorales desastrosos) y un sin fin de pretextos para las palabras decorativas de los periódicos y la retórica de mercadillo de las tertulias televisivas y radiofónicas. A mi juicio lo más interesante - pues el hecho de que un partido mantenga liderazgos fuertes, establezca gobiernos y equipos de gobierno afines y explote el "cesarismo" que decía Gramsci, cortando cabezas en beneficio electoral, me parece de lo más normal -  es lo que en un  plano más abstracto y conceptual ( más pedante) esta sucediendo en el PSOE. Esto es, la in-definición y agotamiento ideológico de sus bases orgánicas, la imposibilidad de recuperar un léxico y una retórica política afines a los tiempos de explosión estética y a la posición que históricamente ocupaba: la unidad racional y moderada de la izquierda. La perdida de "la palabra política" y de la firma y marca ideológica (la reina de corazones se deja la vida en los mitin reivindicando que son un partido de Izquierdas; pero suena a cuando la novia te dice que no volverá a suceder), conducen al precipicio a toda la formación. Pues el partido no es que este falto de líderes (la reinona ya es apuesta), sino que esta falto de ideas y formas estéticas, capaces de irrumpir e interrumpir los acontecimientos del espacio público, capaces de hacerse ver por sí mismas y no por luchas de ratas en las cloacas. Las supuestas renovaciones de la "nueva política" de Podemos simplemente aprovecha aquello que dijo Zizek del "autoritarismo de Groucho Marx" o política Berlusconiana. Copiar y emular regímenes de cómic, la política de dibujos animados donde hay "buenos y malos", donde no nos jugamos nada en serio y no existe la muerte o el sufrimiento como dolor, pues la explosión de color y el campo virtual juegan el papel de velo o maya hipertrófica que moldea y transfigura la realidad en un "tablero de juegos o variedades" político. Esta nueva forma de la política espectáculo, donde los márgenes y límites, el cambio y lo racional se extienden en un horizonte onírico, constituyen una realidad sin peligro, sin imposibilidades, sin dualidades (unilateral) continua y suspendida en la ensoñación del "bien"; en la embriaguez del final feliz. 

"Pablemos" ( y sus chicos) ha sabido inscribirse en ese juego, sin nombre y sin etiquetas - no son ni de izquierdas ni de derechas, sólo de "abajo" (contra los de arriba) -  han sabido aprovechar (comicamente) el espacio vacío que el PSOE abandonó antaño, reconvirtiendo la vieja parcela socialistas (de izquierdas) en una parcela anónima pero multitudinaria, masiva y hostil. Pues su mecanismo religioso y su proyección onírica me recuerda a la promesa del nacionalismo; el progreso regresivo. Ante todo esto, qué se le puede pedir a la reina de corazones, ¿que no haga nada mientras el barco se hunde, que se quede de brazos cruzados mientras la orquesta toca el último compás? ¿que pierda el tiempo en primarias en las que se presenta un único candidato como sucedió con Tomás Gómez? o que apueste por, como se ha rumoreado, Ángel Gabilondo, una apuesta que a mi juicio es más que razonable desde el punto de vista moral e intelectual, pero dudosa electoralmente.  Ciertamente el "Tic-Tac" de los socialistos es sentencia de muerte si no juegan dentro de las nuevas coordenadas de la sitcome política. Su única alternativa es adaptarse e inscribirse en el panorama que a brocha gorda, Zizek estableció como campo de batalla político contemporáneo en la vieja y cansada Europa. Zizek dibujó un mapa caducado en que la derecha y la izquierda se homologaban en la socialdemocracia administrativa o la tecnocrácia liberal, mientras que los nacionalismos, ideologías reaccionarias, regresivas y populistas (más derechistas que los liberales), se radicalizaban. Ambas alternativas están ya amortizadas, y según Zizek las nuevas tendencias que irrumpen en su sustitución son los "Berlusconianos" y el "Nuevo Comunismo" (hegelianismo marxista); que estarían representados en España por: la política de las televisiones (Telecinco, Antena Tres, La Sexta y Cuatro)  y  por Podemos, respectivamente.

Advertiría dos cosas a lo dicho por Zizek: a) no creo que la tecnocrácia y los nacionalistas sean sustituidos por nada, pues el pragmatismo, utilitarismo y confort de unos y las ideas teológicas de  otros, siguen encandilando y seduciendo a toneladas; y b) no aceptaría totalmente esa distinción tan clara entre la política de la comedia o de los "cartoon" y el nuevo comunismo, como si éste último tras aparecer como tragedia no pudiese parecer otra vez como farsa; como así a sucedido en China y Corea.  Dicho esto, la situación del PSOE no es nada fácil, o bien optan por seguir con la socialdemocracia homologada con los conservadores (seguro que se mantendrán por el empuje del PP), o bien, se transforman en comedia de cartoon. !Susto o Muerte¡ reina de corazones... 








lunes, 9 de febrero de 2015

De promesas y mentiras como arte de la política maquiavélica



No sé quién dijo que la política era el arte de lo posible; pero podríamos entender lo posible como arte de la promesa y mentira; pues para ellas todo es posible, cualquier inversión, transfiguración, superposición, y cualquier silencio, pueden entenderse como una mentira política; y cualquier aspiración, sublimación, deseo y anhelo en una promesa. Aquello que se sabe a conciencia que es verdad y no se dice, aquello que se oculta, se asume en silencio o se esconde, cumple las mismas funciones y busca los mismo resultados que aquello que dice "verdad" de una ficción o una ilusión. En política no sólo cuentan las ideas y principios, los ideales o fines, sino que además se juega con medios (seudo-fines), instrumentos, herramientas y estrategias que sirven a intereses más o menos generales/partidistas; utilizando la consustancial dosis de la mentira, presente en toda seducción y persuasión; mecanismos propios de las democracias homologadas. Que si bien no consisten  en mentir totalmente, sí en prometer el cielo y la tierra o la paz y la inmortalidad; y en omitir las más que sombrías oscuridades de nuestros pozos nacionales en beneficio del partido; algo que también consideraríamos una mentira política. Mentira no en tanto que engaño y estafa que nos incumba a "todos", sino en tanto que somos cómplices, partícipes y miembros de ella. No por ello quiero afirmar la más que exagerada sospecha de Adorno sobre la mentira como fundamento de toda sociedad y de todo régimen político, pero bien es cierto que es un elemento imprescindible en toda agenda política del doméstico y cotidiano juego dialéctico de guardar y traicionar la palabra dada. Un aval, sin la exageración extenuante de la cual, no habría objeto político de intercambio, paquete bomba para el rival o pacto y consenso entre los partidos; pues el mercado de lo público hace ya unos años que descambió la moneda de las ideas, por el contrabando de las promesas y las mentiras. Es posible que las mismas ideas relucientes y brillantes que antaño se exponían en plazas menos pobladas y menos cargadas por la historia (y sus antecedentes criminales) como vasijas de oro, ocultasen dentro de sí, la esperanza de una promesa envolviendo una mentira. 


Quizás sea el momento de distinguir entre falsos enemigos y confusas alianzas, entre abismos reales y oasis producto de la deshidratación; quizás sea el momento de no recurrir a la condición ciudadana del desairado, de la percha del mundo o el llorica de la tribu; en definitiva, distintas encarnaciones y reencarnaciones de Sísifo como figura absurda de lo civil. La condición absurda del trabajo inútil y sin esperanza; condena de los civiles por los dioses de la política, no sólo contempla el carácter fatigoso de su tarea eterna y su insobornable sentido del desdén y el desprecio por el destino (controlado por el gobierno o lo que llamamos "clase política"). Sino que incluye la auto-condena y auto-infligido castigo de la minoría de edad, cuyo peso ( más engorroso que el trabajo forzado) solo es sublimado a través de la pornografía comunicativa (informativa y mediática) y de la convención formal de la glorificación de una verdad ingenua y espontánea, que aparece cual tesoro pirata enterrado en las lejanas islas del caribe; cual cáliz mitológico de cualquier religión secular. Una minoría de edad, que nos obliga a ceder no sólo la autonomía política y ha reducir la especificidad y trascendencia de la acción política, sino que nos hace creer en esa falsedad que decía Adorno en Mínima moralia sobre la verdad: "La verdad es inseparable de la ilusión de que alguna vez entre las figuras de la apariencia, surja, inaparente, la salvación". Como sí la verdad (en política) apareciera según formas teológicas de la revelación, como si fuera aquello portado por alguien como una suerte de iluminación sacerdotal y mesiánica. 

Las promesas y mentiras de la política (realpolitik) obedecen a una idea manipulada de un celebrado texto de Nietzsche (Sobre verdad y mentira en sentido extramoral) en el que se sostenía que el impulso hacia la verdad, venía del espíritu de auto-conservación, de supervivencia y adaptabilidad al medio. De la misma manera, es la mentira el mayor recurso evolutivo de la "clase política" para mantenerse en los órganos y centros de poder, seguir ocupando el aparato del estado con cierta estabilidad y perdurabilidad, mientras usan el arte de la promesa (cuanto más elevada e inalcanzable mejor) utópica, como el mejor cesto donde contener el conjunto de mentiras necesarias e innecesarias que se usan en política. Como ya dije en algún artículo anterior: El mentiroso, no dice una mentira ontológica, sino que abusa de las convenciones, es decir, dice ser rico, cuando su estado de cosas materialmente le corresponde describirse como pobre; en definitiva el mentiroso invierte y pervierte los usos, las palabras y los nombres. Tan fuerte es el arraigo de la verdad, que los individuos de una sociedad temen las consecuencias de la mentira, pero no al propio mentiroso, temen ser apartados y expulsados, temen ser marginados si engañan, no porque la mentira sea un desajuste con la realidad, sino porque violenta las convenciones y con ello el pacto de paz. Los hombres de la sociedad pues, sólo desean la verdad en la medida en que conservan la vida, no por ella misma, por su valor intrínseco u ontológico" . Por lo tanto, la verdad sirve a un criterio de utilidad y pragmatismo, en tanto que es la creencia que sustenta todo el convencionalismo y formalismo social; pero sólo mediante su existencia fuerte, puede realmente emplearse la mentira como un arma de mayor sofisticación, como un instrumento de coleccionista para la micro-política, mientras que la "verdad" aborde los asuntos de la macro-política nacional. A mi juicio la minoría de edad antes mencionada, genera la ilusión teológica en una verdad por revelación (vestigios románticos y adornianos) propia de los textos bíblicos, pero alejada de la investigación científica o ilustrada de los hechos que la proporciona, una noción de verdad que no posibilita y permite el abuso de la ,mentira y la promesa del mago; pero sí un uso racional de la misma, necesaria en ciertos asuntos en la que le es intrínseca (servicios secretos, estrategia geopolítica, operaciones de rescate, ciertos procesos judiciales, inteligencia militar el buen gobierno, etc.) . La desvalorización sea por exceso o por defecto, de una noción rigurosa y contenida de la verdad, ofrece un inexistente muro de contención, una ausencia de resistencia y límite para el uso indiscriminado y arbitrario de la "mentira" en todas su formas, sean estas las legitimas en política, o las que pertenecen al campo de lo intolerable. 

Ciertamente cualquiera se preguntará  ¿qué mentiras pueden tolerarse en democracia y en una época de intenciones y propósitos de transparencia absoluta en las instituciones públicas? La respuesta no puede más que remitirse a Maquiavelo; que en su más que conocida obra "El Príncipe", ya nos advertía que existen modos para que el príncipe guarde y mantenga la palabra dada a su "principado" (a los ciudadanos; nada de exorcismos como el de "pueblo") sólo en ciertas circunstancias: "Es necesario, por lo tanto, ser zorra para conocer las trampas y león para amedrentar a los lobos. Los que solamente hacen de león no saben lo que se llevan entre manos. No puede por lo tanto, un señor prudente - ni debe - guardar fidelidad a su palabra cuando tal fidelidad se vuelve en contra suya y han desaparecido los motivos que determinaron su promesa" . La aceptación de la mentira como juego estético-erótico, como un juego de todos aquellos elementos que se comprometen en una "seducción": la apariencia, la estrategia, el elogio, la retórica sofística; en busca de un mejoramiento no de las reglas de gobierno pues estas deben ser públicas, visibles y claras, sino de ciertos usos y actos de gobierno que con ellas se hace, es una aceptación básica para empezar a ser ciudadanos, es decir, mayores de edad. Y no menores de edad o "Sísifos" como figuras representativas de la política del absurdo.  Así, un gobernante o representante político debe mantener por encima de todo una "estética de la mentira" o como diría Maquiavelo: " (...) No es, por tanto, necesario a un príncipe (partido político) poseer todas las cualidades anteriormente mencionadas, pero es muy necesario que parezca tenerlas. E incluso me atreveré a decir que si las tiene y se las observa, siempre son perjudiciales, pero si aparenta tenerlas, son útiles; por ejemplo, parecer clemente, leal, humano, íntegro, devoto y serlo, pero tener el ánimo predispuesto de tal manera que, si es necesario no serlo, puedas y sepas adoptar la cualidad contraria (...) Pues a menudo (el príncipe) se ve obligado a conservar su Estado, a actuar contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad y contra la religión (...) Y como ya dije anteriormente , a no alejarse del bien, si puede, pero a saber entrar en el mal si se ve obligado (para el bien del Estado)".  Como vemos, la mentira puede servir para mantener un espíritu reformista y no utópico-revolucionario, que consiga mantener las formas estéticas suficientes y necesarias para reafirmar la confianza en un sistema hundido en la corrupción, pero cuyos valores y principios son la mejor forma de gobierno.  

La cuestión no es, exigir una pureza y castidad máximas, una limpieza y transparencia "supra-humanas", a los políticos profesionales (como hoy se hace); pues ni tan siquiera en la sociedad civil existe  la "obligación" (sí el deber) de no mentir. La segunda realidad (la realidad virtual), las representaciones estéticas, las imágenes fotográficas (artísticas o periodísticas), el periodismo mismo, la televisión, la publicidad (propaganda) el propio mercado o comercio, las domésticas vidas personales etc. Están instaurados en una economía de engaño, seducción, promesa y mentira legislativa-mente y moralmente aceptadas, pues como destacaba el propio Maquiavelo, existen dos formas de combatir (políticamente): una con las leyes, propia del hombre, y la otra con la fuerza, propia de la bestia. Pero ninguna debe ir independientemente de la otra, aislada y separada, sino que deben conformar un solo cuerpo (Minotauro). La conjunción de ambas constituye el "juego estético de la mentira", entendiendo que su flexibilidad  genera una multiplicidad de estrategias del hombre y  de tácticas de la bestia, necesarias para mantener el orden en una comunidad política. Si no aceptamos el "Minotauro" (mitad bestia, mitad hombre) como la figura de la política y su imagen como una imagen que debe ocultarse en parte (la parte de la bestia) entonces caeremos en las ingenuidades, las promesas vacías, el buenismo sentimentalista, los auto-flagelamientos y los lamentos nacionales de la minoría de edad. Por lo tanto, las alternativas son: o el mero humo del formalismo declarativo (la vacuidad de las promesas políticas) o la sustancialidad de esas mismas promesas, sabiendo que la mentira es y será un hecho inevitable, más aún con los aparatos de hipertrofia como decía R.S.Ferlosio, que son la televisión y la publicidad. El "hecho de la mentira" no constituye un debe en sí, sino un debe  tras la aceptación del hecho; pues ella es irresistible, siempre existirán los sujetos débiles y fáciles de engañar y los crápulas y "trileros" profesionales. ^Por lo tanto, se debe exigir, que en lo que se mienta, se mienta bien. Lo que se debería pues reforzar, no es la demanda pueril e infantil del "no mentir", sino la mayoría de edad y la formación ilustrada  para poder discernir sobre lo que es mera propaganda engañosa, publicidad ideológica y política de verdad. No pienso pecar de utópico, y se perfectamente que dicha ilustración civil sera inabarcable e incompleta, pero al menos debe atenderse al espacio que ocupa un discurso no ebrio y dopado que sólo critica nociones pueriles, sino que atiende a la sobria raíz del problema político.  











martes, 3 de febrero de 2015

Doctor Zhivago y el sujeto político pos-moderno





Sería interesante ver con profundidad y cierto rigor filosófico un análisis político sobre el cine, que cuidara de no extenuarnos de placer intelectual de conciencias sin cuerpos materiales; y atender a la frialdad y frivolidad (no al sentimentalismo) requerida y necesaria en todo análisis político de un producto cultural inscrito en un contexto real y hostil desde una perspectiva objetiva (propio de ciertas filosofías; no de todas). Sin necesidad de recurrir a exaltaciones  efusivas y optimistas de lo universal y general de los contenidos de una mercancía cultural, desligado de lo político material; de la diferencia. Es decir, no utilizar el nombre de la academia y "la filosofía" (así, dicha en general como una sola, sin vergüenza) como lugar y espacio del tribunal de la razón formal kantiana "apriori". Esto es, no condicionada, vinculada o relacionada con lo empírico, preexistiendo una teoría política anterior al momento o acontecimiento político material. Y ocultar sus claras intenciones políticas, de las que ya, desde Kant y Hegel sabemos que envuelven integralmente toda nuestra realidad y virtualidad teórico-practica. Pues por mucho que el aspecto formal de la cultura sea el de un objeto comercial universal (simplemente movido por el interés) y ciertas condiciones de su contenido hayan cambiado - han dejado la lucha y el conflicto directo atenuado por la relaciones comerciales -, es cierto que la cantidad de interpretaciones y conclusiones que pueden extraerse de una lectura fiel a la taxonomía  fría del producto, pueden conducir y servir a líneas ideológicas varias y distintas, contrapuestas y antagónicas entre sí. Seria interesante realizar un análisis filosófico que desenmascare la "campaña", la "causa" o finalidad política que oculta todo propósito cultural industrial; y hacerlo desde perspectivas reales de análisis político, es decir materiales. Pero del mismo modo, cabe distinguir esta auditoria política de aquello incontrovertible y autónomo político, que posee toda obra de "las artes" o de la cultura. Aquella contradicción interna que denunciaba Adorno entre su autonomía como derecho a existir y su relación con el todo social (determinación socio-económica o fait social). Que consiste en desobedecer a su naturaleza social y traicionar a su creador (amo) aliándose con su enemigo (esclavo).  Es decir, servir a su vez de instrumentos y herramienta de partido para distintas ideologías, sin necesidad de que para su resultado objetivo de interpretación sea necesario plantear una teoría pura despolitizada o una analítica de la verdad

Dicho esto, que no se si aclara o embrutece más el asunto. La película Doctor Zhivago de David Lean - cineasta de la cuerda de Stanley Kramer y en ocasiones Frank Capra, es decir, caracterizado por hacer un cine de trama e idea expresamente político de manera consciente y no meramente como presas del inconsciente político para depredadores como Zizek - es una verdadera obra maestra de las artes estéticas y políticas. La película no solo merece la admiración formal de un cine sobrio, moderado, estéticamente potente y reprimido en entusiasmo; no es la explosión estética del cine político de Bertolucci; ni las charangas narrativas de David Lynch y el segundo Kubrick (parece que nadie recuerda al primero y más perfecto: "atraco perfecto" o "senderos de gloria"). Sino que además merece una gratificación en su escritura política, pues lejos de poder ser acusado de imparcialidad (nada extraña en el cine americano de hoy), "americanista", propagandista...e imperialista. Su cine mantiene una distancia crítica y prudencial de los acontecimientos políticos reales. Más bien, se dedica a engrandece las peripecias personales de individuos moralmente "excelentes", aunque intensamente humanos, dentro de un engranaje perfecto de un aparato político que pretende establecerse como canon geométrico. Mantiene en todo momento un vehículo de dos velocidades; pues consigue ,mantener un alto nivel de textualidad político-moral y una narración personal y emocional que no necesita de indignas publicidades y sucias imágenes sexuales para erotizar y seducir en sus escenas al más "rancio" espectador. El juego lineal y continuo, sobrio y entero de los diálogos, le dan una madurez y seriedad a toda la cinta, una entidad y empaque digno de cualquier ensayo novelado de la literatura política. En cuanto a la estética, la textura y color de la película, es necesario destacar el color intenso de la cinta en las escenas más carnales y corporales, y más privadas que transcurren en interiores; y los colores políticos (grises y blancos) de los exteriores, donde sucede la acción pública. 

¡Qué decir del reparto! Omar Sharif (Yuri, el protagonista) constituye una novedad y un grato descubrimiento interpretativo;  Geraldine Chaplin ( Tonya, la mujer de Yuri ) conforma uno de los pilares de mi educación sentimental, y Julie Christie ( Lara, la amante de Yuri) podría ser la amante ( y mujer) más bella y preciosa soñada por cualquier hombre. Pero además, su presencia constituye (y no exagero) el elemento estético esencial; ya que conecta las escenas de exteriores (de nieve), e interiores (rojos intensos y colores cálidos) como núcleo temático, aunque aparece desapercibida en algunos momentos; es decir, sin excesos de protagonismo o saturación argumentativa. El color oro de su pelo y el azul océano de sus ojos, juegan una suerte de apuesta por la perdición erótica y el enloquecimiento estético de los personajes, podríamos decir que Lara (Julie Christie) es el sujeto distorsionador, más intenso y pasional de toda la obra. Es el "puro objeto de deseo" libidinoso y de poder hecho carne, pero no por ello accesible o tangible, es por la lógica del propio devenir de la cinta, el sujeto político clave y el sujeto de deseo primordial. En ella encontramos el punto de fuga: los cimientos del sujeto político pos-moderno, que vinculará el poder con el deseo en una sola figura estética, convertida en político-artística, es decir bella. Así puede verse en el film, pues el personaje es por ejecución u omisión el motor de todo el despliegue fílmico, ella moviliza el deseo de los agentes políticos que en su seguimiento y obtención tejerán los firmes acontecimientos y estrategias de poder y resistencia, todos ellos subyugados por una belleza salvaje. Podría decirse que Lara (Julie Christie) destapa el significado más inconsciente de la película, la pretensión de vincular el deseo con la política, y ver, como tal relación de dependencia y anhelo es el máximo brazo destructor de lo real, el constituyente de los discursos de poder estetizados; y por lo tanto de los nuevos fascismos  regresivos disfrazados de progreso.   

La película no sólo es una pieza inexcusable para todo cinéfilo, sino que además todo politólogo o moralista que se precie debería interpretarla y contrastar sus opiniones, pues con una inteligencia incluso superior a Stanley Kramer - director mucho más influenciado por la cultura del humor y el tradicionalismo americano de plantear los problemas -  David Lean en su proyecto político-fílmico consciente, es capaz de apostar por un anti-comunismo en tanto que (materialmente en las circunstancias soviéticas) comunismo-totalitario. Una postura ideológica que no consiste en una apología del liberalismo, ni mucho menos de los valores sacrosantos de occidente: propiedad, privacidad, libertad, egoísmo (en el sentido de A.Rand), sino en una visión crítica de un comunismo abolicionista no de la propiedad privada de los medios de producción, como decía Marx; sino de cualquier tipo de propiedad domestica o personal: objetos particulares, casas, automóvil etc. Es decir, su perspectiva crítica pretendía deconstruir los discursos políticos sumidos en la utopía y las quimeras revolucionaras de querer empezar juegos de suma cero, donde sólo pueden existir vencedores o vencidos. Los sujetos políticos de Lean (los tres protagonistas) son sujetos de una condición moral exquisita, comparten los cuatro virtudes aristotélicas esenciales: fuerza, templanza, justicia y moderación; encerradas en el caparazón del individualismo racional kantiano, vinculando así el ejercicio de la libertad al de la moral. Pues sólo son actos libres (autónomos), aquellos que son verdaderamente morales, es decir aquellos que resisten a las imposiciones y determinaciones exteriores, una noción de libertad desligada del mal tal y como lo planteaba el marqués de Sade. Una libertad que solo es, si es moral.  Por lo tanto reconoce a los otros hombres en tanto que hombres como iguales; como fines y no como instrumentos o medios, una libertad cuya ausencia comporta el mal (Lessing) y no viceversa. Pues vemos en los personajes principales esa libertad representada, que se enfrenta a la decadencia de un mundo que en ausencia de valores absolutos, tiende al pragmatismo del entusiasmo y la estética como fuentes y escuelas de "dar sentido", una ficción y engaño que conduce a la lucha por la dominación. Una lucha por el "ideal manufacturado" por grandes empresas propagandísticas, dirigidas por los mismos sujetos parasitarios o travestidos que son capaces de sobrevivir y adecuarse a cualquier sistema o esquema establecido. Pues su interés es el de la propia vida como desprecio de lo político, en tanto que saco de deseos particulares e inmediatos (...) el interés mas burdo y vulgar de lo tangible y corruptible. 

Por el contrario, Lean plantea la libertad y la moral como los verdaderos actos fundadores de los ideales políticos frente a las grandes empresas gregarias en que todo esta permitido, todo puede emplearse como medio, si el fin que se persigue es "justo". Lo que pretendemos destacar aquí, es como sus dos principios inquebrantables: libertad y moral, son a su vez susceptibles de ser superestructura ideológica de una "estructura libidinal o pasional" no económica. Punto clave para los nuevos teóricos políticos que analizan los sujetos pos-modernos como sujetos políticos del deseo y no meramente como sujetos económicos o engranajes de un aparato productivo. Así pues, vemos representado en la obra de Lean, la defensa de lo que se ha designado como "vieja política" (contractualismo liberal), pero a su vez, inconscientemente vemos como Lara representa la semilla del sujeto pos-moderno de la "nueva política". A mi juicio, los potables residuos de la "vieja política"  que algunos dirían; me parecen más actuales y nuevos que nunca, pues el olvido siempre renueva lo viejo.