viernes, 28 de febrero de 2014

Hilary Putnam en el Mundo (II)







Siguiendo con la exposición iniciada en el artículo anterior, podemos ofrecer algunos argumentos más, a favor de la creencia de un grado epistémica y ontológica-mente superior a la fe en entidades irracionales ( que escapan a nuestra concepción, es decir, a todo aquello que no pertenece a nuestra memoria de la experiencia cotidiana real) o que no son lógicamente posibles en un mundo o estado de cosas posibles empíricamente. Creencias racionales y justificadas a favor de la existencia del mundo exterior, postulado como un principio ontológico sobre el que fundamentar toda nuestro conocimiento, referencia cognoscitiva y vital.

Pero postulado en un sentido racional y desinteresado, sin entrar en la necesidad de un" empezar a pensar para no caer en una reducción al infinito, y por eso postulo arbitrariamente". Sino que, sería más bien, un decidir que el "aquí y ahora" el "esto" que me proporciona el sentido común, como un criterio  utilitario y pragmático será el principio primero (metafísico y físico) que constituya la realidad, a partir de la cual construiremos nuestro sistema de conocimiento y pensamiento sobre lo existente o componente de lo real de "nuestro mundo". Como decía, la determinación de la realidad no sólo es una creencia racional y justificada diferente y más elevada al resto de creencias absurdas o irracionales, sino desde un realismo pragmático o interno, que es el que postula Hilary Putnam, no como un mero criterio de selección y prescripción, sino como verdadera teoría de conocimiento y metafísica en negativo. Ya que ciertamente uno de sus principio sea el de la "inferencia de la mejor explicación" de alto carácter negativo, pero no por eso, a mi juicio es de menor calidad epistemica o gnoseológica, de la misma manera celebro la teoría estética de Th.W.Adorno que se define como materialismo dialéctico negativo. 

Dicho esto, podemos proseguir por donde lo dejamos: la teoría de la intencionalidad que caracteriza la contemporaneidad, tanto al colectivo mal llamado continental ( Sartre, Husserl, Heiddeger etc...) como a los analíticos (Searle, Berlin o el propio Putnam entre otros), sostiene por motivos distintos, que no hay conciencia puramente formal sin contenido, es decir, que si hay conciencia, es conciencia de algo, y por lo tanto un estado mental, es un estado del mundo o un estado lógicamente posible del mundo. Ligando así mente y mundo sin intermediarios, mediatizaciones o relaciones y vínculos performativos, de una manera irremediable que confirma la existencia de algo. Y es ese algo lo que podemos llamar mundo, por lo tanto podemos ver, como la existencia del mundo (realidad) no deriva del sujeto ni puede ponerse en duda (negando así el dualismo y el escepticismo) sino que es simultánea con nuestra propia existencia. Con esto, decimos que aunque aceptemos la distinción mistificadora y confusa de un sujeto separado del objeto por una conexión, llámese percepción o datos de los sentidos, debemos afirmar la existencia de ese mundo de manera ontológica-efectiva; sea cual a posteriori nuestra deformación modificación o método gnoseológico de conocerlo o tranformarlo. Pero por supuesto Putnam niega la mayor, y sostiene que "estamos-en-el-mundo" teniendo conocimiento por acceso directo del mundo como se nos presenta en nuestra experiencia cotidiana de sentido común, puesto que no hay razón o indicio que nos haga sospechar de ello, más peculiar es generar dualismos, distinciones y separaciones anti-naturales. Teniendo así el dualismo una influencia nula en la filosofía realista pragmática de Putnam. 

Putnam sostiene así, y da por sentado que existe el mundo exterior, es más, todo el trabajo de intentar formular tesis a favor de su existencia desde su filosofía es un ejercicio forzado y forzoso de intentar explicitar lo que él da por supuesto y obvio, y encuentra absurdo y ridículo demostrar. Claro esta, que deben entenderse previamente, el lector o todos aquellos que pretendan el debate escéptico, las tesis de la intuición y conocimiento por acceso directo (sin mediaciones) de las cosas y no de los estado mentales, de la intencionalidad y la inferencia de la mejor explicación, todas ellas expuestas ya anteriormente. 

Así pues, abandono la demostración de la realidad, puesto que no puede demostrarse como tal, si lo entendemos a un modo científico, puesto que lo que se ponía en duda era precisamente el principio y fundamento que posibilitaba la ciencia, esto es, la realidad; y pasamos a ver otros aspectos de la filosofía y la posición crítica de Putnam. Como ya dije, me baso en las ideas expuestas en "Las mil caras del realismo" libro de cuya lectura uno siente haber aprovechado al máximo y ampliado cuantiosa-mente sus conocimientos sobre la materia (filosofía de la ciencia y de la mente) y su capacidad argumentativa e imaginativa, tan necesarias en el discurrir y la cotidianidad de un estudiante de filosofía. 

Putnam sostiene el realismo pragmático del sentido común, según el cual lo que vemos es lo que hay, sin relaciones distorsiona-doras, vínculos entre sustancias distintas (res extensa y res pensante) o proyecciones que añade en las cosas propiedades que no poseen pero que son imaginables, pero que tras un análisis crítico y de sentido común se ve que no pueden ser producto de la proyección. Llegados a este punto debemos empezar por distinguir entre tipos de realismo y terminología en que el realismo interno no puede subsumirse. Distinguimos  Realismo metafísico y Realismo científico (las mayúsculas son petición expresa de Putnam, ya que su realismo se escribe con "r" y no con "R"); el primero de ellos pretende conocer "la cosa en si" un concepto que para Putnam vuelve a crear una duplicidad y mistificación aún mas confusa que de aquello que pretende huir todo realismo o Realismo, puesto que "cosa en si" ya implica una concepción fenoménica de la realidad, distinguiendo las apariencias, el fenómeno como ámbito de la experiencia sensible y un ámbito "más allá" detrás del fenómeno que sería el noumeno kantiano, un concepto que verdaderamente no es un concepto; puesto que todo concepto, esto es todo universal, debe poseer  una definición de características y reglas constitutivas de su conformación, por lo tanto tal noumeno no existe, de lo que derivamos que tampoco "las cosas en si mismas" ni los fenómenos que como un velo las ocultan. Siendo así la realidad una región abierta y tal cual se nos presenta.  

El segundo de los realismos citados, el Realismo científico postula que solo hay en la realidad, los objetos científicos, es decir, que las cosas no son ni están en una segunda dimensión metafísica, sino que son colecciones de partículas (átomos), de campos magnéticos o gravitatorios (...) y que tales objetos sólo se pueden conocer, es decir sólo pueden ser descritos, no por el sentido común y el lenguaje natural, sino por formulas matemáticas o formulaciones de lenguaje de la física fundamental. Negando así el sentido común y lo que nos proporciona: la imagen de la mesa que todos comúnmente y cotidianamente nos representamos cuando vamos a comer cada medio día sufrido y quejumbroso de a semana. Tal imagen es falsa, no es la "cosa misma real"; otra noción que criticará y negará Putnam, puesto que la "mesa real" es la mesa que vemos a nivel macroscópico, en nuestra vida corriente y no a nivel atómico o microscópico; la mesa real, es la mesa que vemos en condiciones normales, coherente con nuestra experiencia e intuición cotidiana "en-el-mundo". 

Este Realismo sólo contempla las fórmulas matemáticas y físicas formales, y los datos de los sentidos (proyecciones) como lo único que hay en la realidad, lo demás son espejismos o disposiciones del sujeto. Putnam afirmará que entre medio de esos dos polos se han perdido las cosas reales, los objetos y elementos que todos vemos, percibimos y nos representamos a través del sentido común. Pide cordura y sensatez, los objetos reales no son colecciones de átomos o partículas, sino las formas que vemos diariamente, con sus límites, sus figuras, sus propiedades intrínsecas y sus disposiciones. Afirma todo esto puesto que distingue dos tipos de propiedades: las propiedades "reales" o de primer orden, que pueden ser descritas y formuladas por la física en funciones etc. Sean: forma, tamaño, lugar, masa (...) y las propiedades de segundo orden: aquellas que ni la física ni las matemáticas pueden describir o formular, sean el color, la solubilidad o la solidez. 

Estas segundas dependen de la disposición del objeto para con el sujeto, es más, no poseen una explicación física uniforme, hay infinidad de variables y condiciones que varían y hacen imposible la uniformidad del discurso físico. La manzana, el baso coloreado de rojo, y las estrellas y el jersey rojo, son rojos por razones distintas, no hay nada común materialmente o estructural-mente que las determine a ser rojas; no hay una propiedad que todos los objetos rojos tengan en común, o los verdes a su vez posean otras propiedades típicas de todo objeto verde etc. No hay propiedad física de la "rojez"  que sea "su rojez" o su "verdez" de un objeto o cosa cualquiera. Así la solidad y la solubilidad (como demostraremos en el siguiente artículo) son propiedades igual que el color. 










  

























domingo, 23 de febrero de 2014

Hilary Putnam en el Mundo (I)





Anoche, ya a altas oras de la madrugada en un local incrustado en un callejón del centro de Barcelona, ante una copa de gin-tonic,- probablemente ya seria la tercera que entraba en un cuerpo castigado por el alcohol anterior y la saturación de riquísimas tapas que tomamos para cenar- me hallaba yo en la vigilia de mi cumpleaños, reunido con un grupo de amigos cualitativa-mente elevado aunque no cuantitativa-mente relevante.

Y en ese entorno de alcoholización y musicalidad generalizada aparentemente bohemio, por no decir snob, nos enzarzamos en una discusión que por repetida a lo largo de siglos y siglos, de polémica y problematización por parte de la tradición filosófica, se me tornaba una necesidad resolver, disolver o superar (negar). El tema no era otro que el escepticismo y la existencia de la realidad o el mundo (no distinguiré entre "exterior" e "interior" o subjetivo y objetivo, puesto que lanzaré a Putnam al ruedo en breve y como un miura espantará las dudas que puedan haber), en un principio la cosas pintaban mal para el viejo escepticismo -cansado de tanto ajetreo entre amigos y enemigos-  puesto que se encontraba en el centro de una mesa, entre dos científicos (físicos, algo más puro no encontraremos) y un estudiante de filosofía, (al menos eso pone en su carnet de estudiante) que cada vez se acerca más al sentido común y al realismo interno o pragmatista en cuestiones de filosofía de la mente, epistemología, ontología o filosofía de la ciencia.

Como iba diciendo, nadie hubiera dado un duro por el pobre viejo y cansado escepticismo radical, pero de golpe las trompetas de la esperanza empezaron a sonar, y como el Arcángel Gabriel apareció Feyeraben, Khun y otros aliados -deberíamos revisar la relación y vinculación entre relativismo y escepticismo- soplando así el viento a su favor y con menos enemigos que antes, puesto que uno de los contertulios enmudeció a causa no se sabe si de las drogas legales o la sorpresa del debate intempestivo. El caso es que su único enemigo en esos condados de legislación favorable aunque dudosa, fui yo; que tenia que luchar con un Titán de la tradición filosófica y su bella defensora, "belle famme " en la vida ordinaria y mujer fatal del pensamiento, que sorprendió mi atención y des-barajó mis esquemas y expectativas. De ese fracaso dialéctico o argumentativo de anoche, busco redención y remedio en este artículo, que intentará, si no desmontar el "escepticismo radical" ( el moderado lo acepto a regañadientes) como una postura o impostura filosófica que por el peso de la deglución y construcción crítica sobre ella de realistas y pragmatistas en la hiper-textualidad de la tradición, podemos decir que agoniza; al menos sí mostrar sus límites, su indefinición, su ataque al sentido común y a la experiencia cotidiana. Que ha falta de elementos y objetos que constituyan un cuerpo empírico y teórico sobre el que contrastar o demostrar las conjeturas, se tornan en la mejor guía para la determinación ideológica o la elección de posturas intelectuales.

Antes de empezar con un análisis centrado en Putnam, el funcionalismo, el realismo interno o pragmático y las tesis de la intencionalidad de la mente para demostrar la realidad y el mundo existente ontológicamente; me gustaría  advertir que no pienso confundir ontología con epistemología, ni cuestiones contextuales o circunstanciales, utilitarias si se quiere, para defender mi posición o mis tesis críticas. Que no pretenden destruir sino deconstruir y desnudar el cuerpo teórico de algo que tomado con radicalidad encuentro injustificable, ininteligible para todos, tanto para los que lo defienden como los que lo critican, vago y confuso, y por lo tanto imposible de articular en cualquier discurso que pretenda comprensión o significación, de ahí que pretenda huir de él.

Ciertamente no se puede demostrar la existencia del mundo o realidad, en un sentido epistémico o gnoseológico, ciertamente la epsiteme o Logos aristotélico no sirven para demostrar los principios primeros o axiomas de los que partimos (Nous) para elaborar nuestra actividad científica o de raciocinio, ciertamente la demostración de la demostración hasta la reducción al infinito es un absurdo lógico-racional. Por ese motivo debemos partir de axiomas que no son demostrables ni tienen antecesor ni proceden de nada anterior, son auto-causados o generados de la "nada" o de algo que siempre ha existido (Parménides: el ser). De ahí se sirven  los escépticos para postular que no hay episteme de la episteme; y por lo tanto solo cabe tener fe en los principios primeros axiomáticos. En este caso se vuelve a confundir el método epistemológico, la capacidad cognoscitiva y los límites que poseemos para conocer la realidad, con la ontología, lo que las cosas son realmente independientemente de nuestras representaciones o proyecciones.

Ahora pues, cabe exponer como postulamos la realidad de manera ontológica, y para ello me sirvo de Hilary Putnam y los conceptos e ideas expuestas en "Las mil caras del realismo" que refutarán el argumento fundamental de los escépticos clásicos en este caso el de Hume, consiste en decir:  "Es una cuestión de hecho saber si las percepciones de los sentidos están producidas por objetos exteriores que se les parecen, tal cuestión debe resolverse mediante la experiencia, igual que todas las demás cuestiones de naturaleza similar. Pero en este caso la experiencia debe permanecer en silencio. Lo único que la mente tiene presente son las sensaciones o percepciones, y es imposible que obtenga ninguna experiencia de su conexión con objetos. Por lo tanto, la suposición de una tal conexión no se funda en la razón" (David Hume, An Enquiry Concerning Human Understanding, Sección XII, Parte I)

Otro argumento es el que da Bertrand Russell en "Los problemas de la filosofía" exponiendo nuestro conocimiento sobre la "materia"; sintetizo mucho su exposición y voy al contenido esencial: afirma que no podemos (dice que diría un escéptico) saber ni siquiera sí los datos de los sentidos son reales, si ponemos en duda el mundo exterior, y  por lo tanto la estructura intrínseca de las cosas (sensibilia) también ponemos en duda los datos de los sentidos, "sense data", puesto que en este caso los conduce la percepción como mediatiza-dora entre cosa y mente, siendo así un conocimiento por inferencia o indirecto. No sabemos que ocurre en la percepción o si se calca isomórficamente la realidad tal cual es; por lo tanto sólo podemos estar seguros y tener conocimiento por acceso directo de la sensación misma, de nuestros estados mentales.

Bien, tales exposiciones se fundan en las filosofías del S.XVII, que distinguen entre sujeto y objeto, una distinción que Putnam critica por confusa, oscura y vaga. No hay indicios de que haya tal cosa como dos sustancias, la pensante y la extensa (Descartes); lo más coherente, acorde con nuestro sentido común y experiencia cotidiana en el mundo, es pensar que el hombre esta en-el-mundo, inmerso en el mundo, (como le reprocha Hegel a Kant, el sujeto ya esta inmerso y contenido en el objeto, por lo tanto no cabe separación brecha o distancia alguna entre uno y otro) por lo tanto, posee un conocimiento directo no de las sensaciones o de sus estados mentales, sino de la realidad misma, puesto que esa distinción entre mente y materia, sujeto interno y objeto (mundo) exterior son mistificaciones filosóficas y reproducciones de dualismos saturados significativamente; y así tampoco existiría la percepción como la conexión o relación entre una cosa u otra, tal distinción y mediatización (percepción) es terminología a su vez oscura.

En cuanto a verdades absolutas, que fue un reproche que se hace a los realistas ( y a un servidor se la hicieron) nadie ha hablado de conocer la realidad o postularla de manera dogmática, simplemente no acepto la fe en la trinidad de igual manera o corte que la fe en las leyes naturales o la misma realidad. La fe en entidades abstractas como divinidades, vírgenes con hijos, seres que son infinitos, que son ellos mismos y a su vez su negación (el bien como absoluto, y el mal como una imperfección o error de lo absoluto: teología negativa) y teteras voladoras o elefantes rosas carnívoros, son creencias arbitrarias, infundadas, creencias irracionales y subjetivistas . En cambio las creencias en leyes naturales, en la ontología de la realidad o el mundo, en la existencia etc...son creencias justificadas y racionales que siguen métodos, reglas (...) los cuales no pueden ser asimilados e igualados a la fe en elementos como los citados en primer lugar, deberán poseer un estamento de credibilidad, validez y razonabilidad que las primeras no poseen.

Se me acusará de que en último término son creencias igual y una misma fe; y que con la arbitrariedad con que niego las distinciones entre: "mundo externo", "impresiones de los sentidos o sense data", "proyecciones o representaciones performativas" (...)  estoy admitiendo que no hay racionalidad que demuestre lo que sostengo. Pero realmente niego que se me pueda acusar de arbitrariedad como des-acreditación, puesto que de la misma manera que es arbitrario negar, lo es también afirmar, entrando así en una saturación sin sentido, siendo invalido tanto el reproche de unos y otros en estos términos.

Para terminar con esta primera parte, (seguirá una segunda más precisa y exacta en una posterior entrega) sostengo que la intencionalidad, en el sentido de las ideas o tesis de Searle y Putnam, de que todo estado mental no se puede dar independientemente del mundo, que todo estado mental corresponde a una referencia directa con el mundo, a un intuición inmediata y a representarlo tal cual es, se presenta como la mejor alternativa para afirmar la realidad. No pueden estar por un lado las "supuestas posibles cosas del mundo material" y por otro "la subjetividad o mentalidad" sino que deben darse en armónica síntesis, tanto estado mentales como cosas en el mundo. Por otro lado, el mismo concepto de "proyección" ya implica intencionalidad.






jueves, 13 de febrero de 2014

La emancipación de la vida (II)



Volviendo sobre el tema de la necesidad de constituir un espacio existencial emancipado y blindado ante cualquier interferencia y determinación, es decir un espacio vital, la propia vida; debemos matizar qué es lo que la posibilita, la hace realizable, la protege y cuida para su desarrollo y evolución. En anteriores entradas, expuse la emancipación y cerrazón monádica de la vida, como un islote de lo privado, confrontado y salvaguardado del combate y conflicto público de lo político, de la tensión y lucha frente a los demás, frente a los enemigos. Entendiéndolos como sujetos con los que mantenemos una relación entre iguales en un espacio de libertad, confrontando unos con otros mediante la acción y la palabra, sea el discurso o la acción concertada y colectiva.

Por el contrario, la vida es el espacio y la condición para poder desarrollar cualquier actividad centrada en el individuo, en el propio sujeto y su vida privada, una acción espiritual, contemplativa o activa que no implica a otros. Tal espacio debe cobrar sobrada importancia en nuestra existencia, pero debe trabajarse desde esa propia interioridad para el profeso de una autoridad adjudicada voluntariamente al artificio de lo político. Es decir, no es necesario dedicar tiempo de lo que denominamos "vida" a la constitución, renovación y purificación de la estructura política o la misma teoría o reino de las ideas políticas; sino que simplemente debemos mantener una conciencia dormida si se quiere, pero viva, de que la propia vida genéricamente humana, sólo se da si hay un principio primero de la que se deriva y la posibilita, una cuestión de primer orden metafísico que permite, tanto, desde la angustia o euforia existencia, hasta la práctica y praxis de lo inútil y ocioso, hasta la contemplación y observación de la vita espiritual.

Y precisamente esa cuestión de primer orden metafísico, no es otra que la política, que existencial-mente puede ocupar un orden secundario o último en el orden de prioridades de todo individuo, pero que de hecho, es de primer orden metafísico, en tanto que es lo que posibilita la creación de espacios cosntitutivamente libres y "entre" iguales.  Hablo de metafísica, puesto que la política posee una forma de ser, una naturaleza o esencia particular, y por supuesto en tanto que universal o idea es metafísico. Las ideas no existen, ya que implicaría que fueran reales, palabra cuya raíz es "res": cosa, y la idea no es una cosa en tanto que ente, sino que es de una naturaleza distinta, poseedora de una esencia fuera del espacio tiempo, ámbito en el que se sitúan las cosas (los entes). No solo me quedo aquí - sabiendo que es un tema de debate que me lleva de cabeza y me causa arduos e intensos debates con compañeros vivaces de la facultad de filosofía y otros sujetos trasnochados de taberna-, sino que al concepto amplio y general de política, se le pueden atribuir sus ideas componentes o conceptos integrantes de la reflexión entorno a lo político, y que configuran un conjunto de objetos formales conformadores de un tejido filosófico que versa sobre el conjunto de lo político, que a su vez también son cuestiones metafísicas; aunque articulables.

Me refiero pues, ha conceptos que son propios de la reflexión e integran el ámbito o campo de los temas de filosofía política, los cuales son los que permiten el orden competente, la limpieza, organización y funcionamiento resolutivo de los ámbitos vitales privados. Un ejemplo de ello es el trabajo; concepto que vertebra todas nuestras vidas, la delimita y perfila, las fronteriza y moldea. Gracias al producto del trabajo, cada uno de nosotros puede dedicarse a la actividad de reconocimiento o la práctica de realización que más le plazca y satisfaga. Es decir, gracias al trabajo de "otros" ( "entre iguales"), al trabajo articulado y sistematizado de cada uno de "nosotros", posemos técnicamente nuestras necesidades y labores básicas cubiertas; gracias al trabajo de otros que se dedican a fabricar y producir, disfrutamos de unas condiciones y circunstancias técnicas y elementales de tal magnitud, que nos permiten dedicarnos a lo inútil o a realizar un trabajo que ocupe en centro de nuestra vida. Que a su vez, satisfaga primeras necesidades ( las naturales o fisiológicas) o segundas necesidades, esto es, las generadas por nuestra imaginación, deseos, aspiraciones, cultura o  proyecto vital.

El trabajo pues, es inevitable entendido como lo que se da "entre" los hombres y dentro de la comunidad política, espacio donde podrá volverse un valor o servicio para el colectivo, donde se convertirá en reconocimiento y realización para el individuo tanto a nivel público como privado. De esta manera vemos como un concepto político de primer orden metafísico, es también una prioridad en la existencia y la vida de los hombres particulares en su retirada de la escena pública de aparición y acción. Como resultado tenemos, cómo la política nos ha garantizado poder dedicarnos a los asuntos verdaderamente importantes de nuestras vidas, que cada cual escoge libremente para dar sentido y significado a su proceso o trayectoria existencial.

Siendo el proyecto este, el de las actividades que nosotros escogemos como las más importantes y significativas de nuestras vidas, una empresa solo posible en el espacio político, puesto que en nuestras vidas no satisfacemos ni dedicamos el día a solucionar y cubrir las necesidades naturales de nuestra existencia real, las que atañen a nuestra supervivencia, sino que escapando del estado natural y primitivo, y evitando la caída, centramos nuestra vida en las necesidades de segunda naturaleza, las que nos auto-imponemos y auto-adjudicamos (afirmamos) a través de la cultura y nuestra imaginación para que conformen nuestro proyecto e imagen vital.

Desde luego, un filósofo puede dedicarse a lo que se dedica gracias a que sus circunstancias son producto del trabajo de la sociedad, y así en todos los casos de los múltiples individuos de nuestra sociedad. Concluyo pues, reafirmando la importancia de la política para la vida y matizando mi posición; ya que la entrada anterior con el mismo título que esta, no pretendía ser un brindis al sol o un elogio apologético de los anarquistas, apolíticos, asamblearios y otros animales de diverso pelaje, que pretenden destruir los sistemas y estructuras políticas, proponiendo en sustitución el delirio del estado salvaje primitivo; sino un análisis preciso y riguroso del lugar y posición de los conceptos y los espacios.


jueves, 6 de febrero de 2014

Determinación e identificación ideológica



En muchos momentos de nuestra vida activa, cuando debatimos con vehemencia asuntos de lo político, polemizamos sobre la organización social y los distintos sistemas económicos, no hablemos ya, cuando pretendemos descifrar postulas o imposturas filosóficas o hasta incluso existenciales, nos cuesta identificar y determinar a los otros, bajo una asignación, un concepto amplio o simplemente un nombre que los defina. Al menos un aproximación a su identidad constitutiva y constituyente, puesto que como decía el maestro Aranguren, el juego de espejos entre lo que somos (nos vemos reflejados) lo que deseamos ser, lo que dejamos de ser, y hacia donde tendemos, es un juego siempre presente y consustancial en nuestra vida.

Presentando así, la identidad como algo indefinido, algo plástico que  va transformándose a los largo de un proceso, que es múltiple y variado. Aceptando pues, la irremediable fundación y creación de un nuevo "yo", de una constante formación que hace aparecer un "yo" distinto en tiempos y momentos distintos, acarreamos esa imposición de la realidad y el desarrollo de la propia condición humana, que para poder ser desentrañado necesita de un largo camino de lúcida mente y arduo trabajo de detective metafísico. Terreno pantanoso, oscuro y humeante, molesto e inseguro, en que al no poseer referente empírico y sensible alguno, jugamos con una venda en los ojos a desentrañar el tejido sedoso de la esencia de las cosas y de la realidad misma.

Como decía; aceptando esta imposición de la constante e incesante re-fundación del "yo", esto es, de la identidad, debemos armarnos de valor, cargar las tintas y tentar a la suerte,optando por la objetividad y la verdad, es decir, descubrir lo que hay de común y esencial en cada uno de nosotros y de los sujetos más o menos cercanos que nos rodean. Esto es pues, la aceptación dogmática, no sin subterfugios de escepticismo, de la identidad de los individuos, no así como un gran principio ontológico absoluto, una forma de ser totalizadora; sino como un conjunto de atributos, propiedades y capacidades, que nos conforman un halo esencial que sirva de referencia para los demás, y para uno mismo.

Descendiendo de unas alturas metafísicas, cuyo esclarecimiento debe dejarse en manos de filósofos de etiqueta y categoría, me centro en la cotidiana tarea y corriente actividad de clasificar en una escuela de pensamiento e ideología ha propios y extraños. La identificación que les define como partidarios de tal o cual ideología política, de tal o cual escuela moral, portadores de una ética determinada, de una filosofía existencial, o simplemente creyentes en una religión o sistema de distribución u organización socio-económica. En dicho brete nos encontramos diariamente desde nuestra personal inmanencia, pero que a  su vez -!que duda cabe¡- es un asunto de fondo de una trascendencia política y moral. Así pues, veo como conocidos, amigos, compañeros, figuras mediáticas e indeseables, juegan a las casetas de muñecas con las ideologías, embrutecen y manipulan la tradición a su antojo, sin saber, que para los de intelecto y morro fino, su concepción y significación de la tradición y su torcida interpretación, los identifican.

Mi postura es la siguiente: consiste en la identificación y determinación de la ideología o ensamblaje ideológico que envuelve a un individuo, cuya adjudicación no asumimos por sus declaraciones o por sus realizaciones, es decir, ni por lo que el mismo se considere u otros le consideren, ni por los actos o actividades que desarrolla (partido al que pertenece, empresa en la que trabaja, ONG que dirige etc.) sino por una cuestión puramente teórica. Esta determinación de la ideología y de la posición intelectual de los sujetos se basa en dos cuestiones: por un lado, la concepción y significación de los elementos que constituyen el discurso político o intelectual, y por otra, la relación y articulación de los mismos dentro del propio discurso, conformando una composición que  determina el discurso y al individuo que lo produce, en una identificación lo más certera y precisa posible.

Por lo tanto, lo que constituye nuestra ideología y nos determina es la concepción que tengamos y la significación o interpretación que demos a ciertos conceptos fundamentales y abstractos (metafísicos) que articulan y constituyen nuestro lenguaje y nuestros discursos sobre "lo político" y la realidad. La concepción de conceptos como: trabajo, dinero, estado, derecho, ciencia, comercio, propiedad etc...y su articulación y relación para establecer discursos sobre lo político, son los que verdaderamente nos deja ver lo que realmente un individuo piensa. Nos da la identificación real del sujeto, y poseemos un referente claro y objetivo de ello; ya que este tipo de usos y prácticas en el discurso y el pensamiento ideológico es lo más expresivo y decisivo, lo más fundamental, y lo que posibilita y de donde emana todo lo demás. Entonces, si logramos descifrar la ideología, de esta manera, que yo considero más objetiva y certera, que las declaraciones y las acciones que pueden estar condicionadas por infinidad de factores mucho más influyes y potentes, que lo que pueden estarlo nociones teóricas en las que poca gente, excepto los filósofos reparan; lograremos obtener un referente o un elemento fundamental y primero al que interpelar y dialogar de manera crítica, esto es, examinar la fuente de los problemas y los cimientos de nuestra arquitectónica de ideas.

Siguiendo este método o proceso examinador, nos resultará más fácil el debate, la polémica y la problematización en lo común, en la tensión entre ideologías y en la lucha entre "amigos y enemigos" característica de la esencia política. Ya que estos conceptos o entidades abstractas son el fundamento de toda palabra o acción política, conceptos como trabajo y estado (...) y tantos otros que he nombrado anteriormente, debemos comprender que "son inocentes", es decir, no son responsables de nada, ni son entidades sustanciales y sujetos responsables como individuos, conjuntos de individuos y gobiernos. Ni son propios de ciertas ideologías, sino que su interpretación de esta o aquella manera, su concepción y significación, es lo que da color y define el propio pensamiento singular, esto es, la ideología.

Nadie puede ir contra el estado, el trabajo o el dinero como tal (dentro de un discurso político; fuerzas a-políticas o no políticas sí pueden hacerlo); estarán en contra de la interpretación liberal del trabajo, o la marxista del mismo, o defenderán une estado con mayor o menor intervención y fuerza en el espacio público de aparición, pero contra el señor estado o dinero, no se puede estar: El señor estado no existe, el señor dinero y trabajo tampoco, no son tangibles, ni perceptibles. Estaremos en contra de una política monetaria determinada, o contra el valor que se le da al dinero, pero no contra el dinero mismo como concepto, valor metafísico que nos permite realizar intercambio, vendas, o adquisiciones.